viernes, 30 de abril de 2010

Libertad...

En nuestra vida hay un sinfín de caminos. Cada uno contiene diferentes grados de dificultad. Los hay ligeros, de fácil andar, otros tantos llenos de piedras, de parajes oscuros y fríos, algunos más se presentan llenos de curvas o de tan difícil acceso que nos vemos obligados a mirar atrás y tomar fuerzas muchas veces sabiendo que al final de ese tramo habrá una grande recompensa, eso sí, todo lo podemos en Cristo que nos fortalece.

A veces, ese tramo tan difícil pareciera una cueva cuyo silencio atrapa nuestros momentos felices, nuestra razón de vivir y es ahí donde el amor de nuestro Dios se vuelve inmensurable y nos vemos cobijados por él. Es ahí donde a nuestra mente llegan los mejores momentos de nuestra vida conjugándose en una lucha encarnada con aquellos en los que creímos perdernos del todo.

A ti, mi hermano, te tocó vivir en carne propia la soledad, la tristeza infinita al no tener a tu lado a aquellos que te aman. Te tocó templar tu fe y mostrar que tu amor por aquel que te dio la vida es más grande que cualquier cosa en el mundo. Te tocó sufrir de una manera muy especial. Sin embargo, tu creador no se olvidó nunca de ti y su mano santa se reflejó en esos meses de desesperación, de sobresalto, de congoja. Ese grande amor se ve en tus pequeños, en la sonrisa que pinta su cara, en la esperanza de verte de nuevo con ellos y dar gracias a Dios.

Hoy nosotros también damos gracias por tenerte de vuelta entre nosotros, porque eres un gran hombre, porque así lo quiso Dios…

Que para todo hay tiempo, para nosotros llegó el tiempo de llorar y de reír, el tiempo de gozar y de elevar una plegaria al cielo sabiendo que las infinitas gracias a nuestro creador nunca serán suficientes por todo lo que hizo por ti.

Te queremos Panchi.