miércoles, 15 de agosto de 2007

Literatura

¡Demonios, pensé que no se me haría tarde y ya son las 7...! Este bendito microbús va de rodillas, me dan ganas de bajarme y mejor correr. Estoy segura que llegaría más temprano a que si sigo esperando que avance. ¿a quién esperas, compadre. No ves que no hay nadie en la parada? Por eso de chofer no te bajan, te falta seso.

Llegué a la escuela y corrí hacia el edificio 9. Según recordaba el aula era la primera pecera de la izquierda. No veo a nadie, ¿será que no ha llegado el profe?

Antes de llegar al salón tengo que hacer una parada técnica. Mi vejiga, a causa de la lentitud del transporte público, está a punto de reventar y prefiero no estar haciendo guiños con los ojos a media clase; prevengo un desastre natural.

El reencuentro con los amigos es emocionante. Cosa curiosa, tal pareciera como si las amistades (por lo menos en esta generación) fuesen de ciclo escolar. Todos nos queremos, nos extrañamos, pero ninguno propicia un encuentro extramuros, siempre esperamos al primer día de clases para demostrarnos tanta afectividad como los cánones sociales nos permitan.

Ya localizada el aula destinada para esta clase me encuentro con la sorpresa de que está cerrada. Los minutos pasan y el profesor tampoco llega. Es el primer día de clases, él nunca falta, no debe tardar.

A los diez minutos ya estábamos sentados frente a aquel, que durante 16 semanas nos hará la vida más complicada pero a la vez un poco más feliz dentro del ámbito literario.

Buenas tardes, ¿son todos los que están en este grupo? Preguntó el profesor ante sólo siete personas asistentes a su clase. No me causa extrañeza el poco quorum que hay el día de hoy, la mayoría de la gente huye de esta materia pues prefiere hacer cine, tomar foto o complicarse menos la vida a meter las narices en literatura contemporánea. Yo, al contrario. Entre más libros en lista tenga, más placentero es mi andar.

Las palabras surgen de su boca, el temario, la lista de asistencia. Poco a poco va dando paso a lo que realmente le atañe y por lo cual yo lo considero mi vaca sagrada personal. Con su voz me envuelve. Hoy habla de los mitos alrededor de la vida de Sor Juana y recita con dulzura uno de sus tantos poemas. Mientras tanto, la misma escritora parece actuar frente a mis ojos vestida de monja. Con una mirada triste comparte su sentir y me transporta hasta su tiempo haciéndome parte del momento preciso en que escribía dentro del convento.

Creo que voy a disfrutar este semestre más que ningún otro. Gracias Acuña.

2 comentarios:

Miss Neumann dijo...

extraño la escuela muchisisisisisimo

Zereth dijo...

Ah que padre clase, jejeje.

Uy disfruta diableca, no siempre se tiene un gurú en las materias que nos gustan, ni son para siempre.


Saludos