viernes, 31 de agosto de 2007

Una extraña selección

Toda la vida he pensado que leer es un arte, algo comparado con saber tomar café. No cualquier grano tostado causa en el paladar una sensaciòn casi orgàsmica tan similar a la que provoca el mejor de los amantes. Hasta para eso hay que saber ser gourmet. Conmigo pasa igual, no cualquier libro logra erizar mi piel de la misma forma en que se siente un bao en el cuello, proporcionado por un amor que tengo, incitándome a poner en práctica las artes amatorias.

La primera vez que me pasó algo así fue con un libro que, por azares del destino, llegó a mis manos.

Estaba en la secundaria, la recién inagurada biblioteca nos permitía llevar a casa el libro de nuestra elecciòn. Claro, habría que señalar que sólo había algo así como 200 títulos en los que la literatura universal, los textos académicos y unas cuantas donaciones particulares hacían que el acervo no hubiera pasado por un estricto proceso de selección. A quién le dan pan y llore ¿o no?

Mi primera elección fue Mujercitas. La semana de préstamo me duró nada cuando al tercer día entregué mi ejemplar pues lo había devorado en un santiamén. Buscaba Hombrecitos, para continuar con obras de la misma autora, y nuevamente caí en cuenta que estaba siendo exigente con la pobre biblioteca.

Decidí caminar por otro estante y esta vez, me dije, tendría que ser un libro gordo, con muchas páginas, que tuviera que leer por más tiempo en lo que otra buena y aburrida ama de casa, decidía limpiar su biblioteca y donara más libros.

Pensaba que esta vez podría leer algo así como El Quijote o Cien años de Soledad; para los estándares de lectura que tenía a esa edad, era una maratónica experiencia. En ese momento fue cuando se asomó un libro gruesísimo con pasta rosa y una pareja de enamorados en portada. El título no lo recuerdo pero sí aquella sensación de pecado que provocaba el sólo mirar por un instante las pastas.

Me lo llevé. Así sin más, llené la forma de préstamo y muy contenta corrí a casa.

Ya en mi hogar me senté en mi sillón favorito dispuesta a pasar otra fabulosa tarde de lectura. Entonces comencé. Mis pupilas se dilataban cada vez más en cada punto y aparte que encontraba. Todo iba bien hasta que llegué a un punto en donde boté el libro y grité ¡My eyes, my eyes! Los dos amantes se estaban conociendo...bíblicamente hablando. El párrafo narraba con mucho detalle la manera en que ella se entregaba a su amor y él le descubría sus formas de mujer. Digo, ahorita no me espanto, pero a los 13 años, sin haber experimentado el primer beso y comenzando a descubrir lo fabuloso del sexo opuesto, tal lectura fue algo así como una violaciòn a las niñas de mis ojos.

Ni tarda ni perezosa regresé el libro por temor a que mi madre leyera tan apócrifa publicación. Claro, antes de regresarlo, pervertí a mi hermana mostrándole lo que acababa de leer. Nos miramos la una a la otra y soltamos la carcajada. Una experiencia más para agregar al baúl de la solapación.

Después de esta experiencia mágico-erótica-musical, decidí no arriesgar más y mejor comenzar por la lectura universal para que, ya con más años y más camino andado, pudiera disfrutar plenamente ese tipo de lecturas.

Ayer recordé esta experiencia y la curiosidad volvió a mi mente. Hoy me pregunto ¿estarán muy caros esos libros? ¿seguirá siendo Daniel Stern el que escribe esas cosas?

A veces, no puedo evitar que me salga lo Violetta y mucho menos si se trata de libros eróticos baratos. Si he de seguir siendo una lectora ecuménica, me he de leer esa tuna!

domingo, 26 de agosto de 2007

Tocada por un ángel

Leyendo Demasiado Ego, me vino a la mente una experiencia en la que tuve la oportunidad de ver más allá de mis ojos. Puede parecer redundante el tópico de este post pero creo que vale la pena poner atención en este tipo de momentos en nuestras vidas.

Era un viernes por la mañana y me dirigí, junto con Magda y la Preciosa, a Bellas Artes. ¿La excusa para salirnos a media jornada laboral? : Diálogos en la Oscuridad, una exposición en donde lo único que faltaba para disfrutarla era la vista.

Decidimos agendar nuestra visita a las 9:30 de la mañana. Magda nos vería allá, sólo viajaría con La Preciosa. Ella es un poco quisquillosa, no le agradan las aglomeraciones y temía por su integridad física en el metro pues llegar al centro a esas horas en carro resulta más que imposible. Le sugerí que sólo portara una minibolsa y se sujetara fuertemente a mi cintura cuando se lo indicara. Tendríamos que salir a empujones o como fuera posible, antes que la marabunta nos hiciera quedarnos dentro del vagón por lo menos una estación más.

El viaje en metro fue tremendo para la Preciosa. Al llegar a Bellas Artes las puertas se abrieron. Previa instrucción procedí a vislumbrar al enemigo, sentí cómo las manos de mi compañera se aferraron a mi cintura. Mi mente sólo veía la gente arremolinarse ante mí, mi cuerpo comenzaba a emprender carrera atravezando la multitud, el roce de los cuerpos los quejidos por los empujones, los tres segundos que tardé en salir parecían eternos.

Cuando crucé a la marabunta mi compañera no estaba. La maldita bolsa se había abierto y todas sus pertenencias estaban en el suelo del vagón mientras ella desesperada trataba de juntarlas. ¡Pily, se me abrió la bolsa! gritaba mientras un amable señor ayudaba a despejarle el paso para que no la aplastaran. Ja, ja, ja, no pude evitar reírme, pero lo hice para mis adentros. ¿A quién se le ocurre portar una bolsa con velcro sabiendo que con un pequeño tirón se abre totalmente? No cabía duda que hacía mucho tiempo que la Preciosa no viajaba en metro y que su miedo a los aplastones casi le cobraban factura. Rápidamente, se levantó y salió airosa de la situación. Me dirigió una mirada fulminante, si-te-ríes-te-mato, por lo cual opté por mirar el reloj y mencionar la hora.

Al llegar a la entrada de la exposición, una amable chica nos explicaba el recorrido a los ocho asistentes que conformabamos el grupo. Son cinco salas, en cada una de ellas hay un escenario diferente. Su tarea será descubrir en dónde se encuentran, para ello tendrán un guía que los ayudará en todo momento. Si alguien quiere interrumpir el recorrido hay puertas de emergencia. No hay luz, no hay lámparas ni focos ya que el objetivo es que ustedes aprendan a ver sin sus ojos. No se los vamos a tapar, solamente les daremos este bastón para que les sirva de apoyo en su camino.

Caminamos por un pequeño pasillo que poco a poco se iba haciendo más oscuro. La penumbra era impresionante. Hubo un momento en el que miré hacia atrás cual mujer de Lot y no pude ver ni principio ni fin de tan negro escenario. -Buenos días mi nombre es Lupita, se oyó al fondo de la habitación. Yo seré su guía en este recorrido. Ustedes van a caminar en línea y si hay algún problema aquí estoy para auxliarlos, yo les indicaré por donde comenzar. ¿listos? Por favor caminen hacia su izquierda allí van a encontrar una pared. ¿dónde diablos está mi izquierda? verdaderamente la orientación se pierde en cuanto se apaga la luz.

Así fue como iniciamos nuestro recorrido. Torpemente nos tropezamos unos con otros, mi brazo fue pellizcado por Magda cuando sentía que se caía, la Preciosa se perdía de momento y sólo atinaba a decir ¡falto yo! cada vez que preguntaban quién iba hasta atrás.

Con una exactitud y orientación impresionantes, Lupita nos guió a través de un tianguis, nos llevó en un viaje por lancha, nos internó en la selva, caminamos por la calle y de premio nos invitó a un bar. Cada escenario era un reto. Encontrar un jaguar, reconocer semillas, encontrar y hacer sonar un timbre en una pared áspera fueron algunos de las cosas que identificamos en el recorrido. Parecía como si se escondieran de nuestro alcance ¿Ya encontraron el timbre? -¡No! gritamos al unísono. Pero si allí está, ¿en dónde, Magda? ¡allí!, ¿qué no lo ves? Además de ciegos, faltos de vocabulario.

En el bar, ya relajados tuvimos oportunidad de comprar nuestras bebidas y sentarnos a platicar con nuestra guía. Lupita nos dijo que habíamos sido un grupo muy ameno y nos daba las gracias por haber asistido a la exposición. ¿qué fue lo que más trabajo les costó? -caminar con el bastón, respondió uno. ¿y qué cosa les costó más trabajo ubicar? -el timbre, dijimos. Nos decía que así era el mundo de los ciegos. Que cuando uno pierde un sentido, como lo es la vista, los otros se agudizan aún más para ayudarnos a sobrevivir, que ojalá y con esa experiencia nuestra tolerancia hacia los ciegos y débiles visuales cambiara así como nuestra perspectiva de vida. Se me hizo un nudo en la garganta.

Aquel día, ese ángel tocó mi vida. Daría muchas gracias a Dios por todo lo que me había permitido ver hasta el momento y me alegraría al descubrir cosas nuevas para después retenerlas en mi memoria y recordarlas cuando mis ojos no tuvieran más luz.

De esta manera fue como experimentamos nuestra ceguera física por no más de una hora. Nuestra ceguera emocional quedó al descubierto cuando Lupita nos acompañó a donde ya se veía el fin del túnel, para descubrir con asombro, emoción y admiración que ella también era ciega.

jueves, 23 de agosto de 2007

Beso de Judas

Hace unos días recibí un mail de una persona que durante varios años compartío muchas cosas de mi vida, fuímos cómplices en una etapa en la que las intenciones son tan claras como el agua.

A esta persona, a la que llamaremos "X", la conocí en la secundaria. Hicimos amistad junto con otras cuatro chicas y nuestro lazo se veía fortalecido incluso cuando la preparatoria llegó. Estuvimos distantes la una de la otra pero cada determinado tiempo nos veíamos para hablar de la vida y el amor, de los pros y contras de estar en la escuela, etc. Cuando nos conocimos, nuestras conversaciones empezaron con un me gusta fulanito, quiero darle un beso y con los años fueron subiendo de tono hasta llegar al compromiso matrimonial de "X".

Es aquí cuando todo se rompió, cuando todo se enfrió y aquella amistad pendía de un hilo muy delgado. A "X" parecía haberle llegado el momento de formar una familia y precisamente con el tipo que había sido materia de discordia entre ella y otra del grupo. Nos citamos en un restaurante y nos mostró orgullosa su anillo. Nosotras hablábamos de qué era lo que haríamos para su boda, le sugeríamos qué tipo de evento nos gustaría (claro a nosotras, ella no nos importaba en lo más mínimo... al fin y al cabo ella daría la fiesta y nosotras nos dedicaríamos a divertirnos), y demás. "X" nos respondió con un simple Otro día será.

Cuando nos despedimos, no supe de "X" sino hasta varios años después. Cuando la buscaba se limitaba a decirme que no tenía tiempo. Nunca había lugar en su agenda para una nueva reunión.

Un día por fin se dignó a llamarme y agendamos una cita en el lugar de siempre, la condiciòn fue clara, solo ella y yo. "X" llegó tarde y su saludo fue más frío que el día de hoy. Empezamos a platicar de su vida, de su compromiso ya roto para ese momento y de los nuevos pasos que cada una daba. La charla parecía más de fuerza que de gana. En un momento, retomamos el tema de la amistad y ella me dejaba muy en claro que sus verdaderos amigos eran aquellos con quien había compartido los últimos tres años de su vida, sus amigos de la universidad. Con eso me dejó en cero, se me fue el habla, sólo atiné a pensar ¿y qué diablos haces aquí conmigo si ni siquiera te importa? No la volví a buscar.

Por casualidades de la vida, un día nos encontramos on line. Me platicó de su boda (ahora sí el buenas, decía) haciéndome hincapié en que la gente que la acompañaría sería la que realmente considera su amiga...incluyéndome a mí. El beso de Judas fue aplicado en un momento en que tenìa baja la guardia. Por supuesto nunca recibí invitación y de ella no volví a saber sino hasta hace unos dìas cuando recibí la información de su nuevo negocio... obviamente ese mail iba dirigido a clientes potenciales.

Nunca he sido vengativa, y no niego que ganas de refundirla en lo más profundo de mi ser no me han faltado, no me gusta la gente deshonesta y mucho menos aquella que juega con algo tan valioso como lo es una amistad... pero en esta vida todo es karma.

Hoy me tocó a mí darle beso de Judas, me puse en contacto con ella felicitándola por su nueva empresa.

lunes, 20 de agosto de 2007

5 minutos

Una de las notas de hoy del Universal me llamó mucho la atención. Acá en la Ciudad de los palacios hay un conductor que es por demás amante de la felicidad. En su progama de radio tiene una secciòn llamada la "canciòn feliz", una serie de palabras sin sentido que, aunque uno no lo quiera, animan el dìa hasta del mas grumpy; y el día de hoy la referida nota hace promoción de la nueva página de internet de dicho conductor. Obviamente la referencia a la dicha emocional no podía faltar, el sitio se denomina "la página feliz"... Espero que también contagie a los fans de tan optimista locutor.

Bueno y ¿cuál es el punto? Pues resulta que hoy yo también soy feliz. Sin tener que haber escuchado la estación, sin la necesidad de haber repetido una y otra vez los mantras sagrados de la canción feliz... y después de un fin de semana de diván emocional, resulta que soy feliz. Así, sin más ni menos, con todo lo que soy y todo lo que debo. Hoy el buen ánimo toca a mi puerta y mis poros irradian luz. Y eso que no he comido chocolates... digo, por aquello del círculo endorfinas-éxtasis-gente feliz.!

Hace un par de días fue de aquellos en los que todo le sucede a uno. Desde quemar el agua, salar lo ya salado... en fin. Todo el universo parecía confabular en contra mía. Nada parecía estar en su lugar, nada encajaba en mi vida. Sólo bastaron unas horas para que de repente, las aguas se calmaran, el cielo se despejara y no únicamente una puerta se abriera, son varias las que hacen fila para que cruce su umbral.

Buenas noticias, buenas oportunidades, nuevas metas, anhelos encaminados ya a punto de cumplirse... Al parecer los planetas se han alineado para darme, por lo menos el día de hoy, un día de tregua a mi favor.

sábado, 18 de agosto de 2007

Ya no más Sr. Freud!

Decidir, decidir. ¿por qué siempre tenemos que llegar a una disyuntiva? Cada día se presentan eventos, situaciones que nos ponen en aprietos. Que si te bañas o no, que si te lavas los dientes o no... y el nivel va subiendo poco a poco. Desde estas simples cuestiones hasta cosas tan importantes como seguir estudiando, continuar con tu pareja o cambiar de modelo, tomarte un año sabático, vender polvos mágicos en lugar de medias... en fin, todo tiene que ser considerado antes de decir sí, eso haré.

Siempre he pensado que la vida es hoy y ahora. Que no hay que tardarse para tomar una decisión; aunque a veces lo meditemos demasiado. Pero las cosas que no se hacen en el momento en que se sienten, pasan así, sin más y el instante, quizá, se vuelva a presentar pero no con la misma intensidad que la primera vez. Un ferviente deseo, un momento mágico, una oportunidad inigualable...no es lo mismo después de ponerle un saco de frenos a tanta intensidad.

¡Qué desesperante es saber que puedes hacer las cosas, que tienes todo para seguir adelante y no hacerlo por pensarlo demasiado! Eso de ser camarón no me va.

Últimamente he escudriñado más mis opciones antes de dar el siguiente paso. He tomado algunas decisiones consultando, primeramente, a todas mis conciencias; las tengo terrenales, amorosas, diableques, monetarias... y al final, termino dándole un giro nuevo a todo lo que previamente había determinado. ¡Y es horrible! No puedo creer que esté deteniéndome para actuar sabiendo lo que de antemano voy a hacer. Y aún más desesperante es el hecho de condicionar mi actuar a sazón de los demás. Que si hago esto beneficia a fulano, que si hago lo otro perjudica mengano... bueno ¿y cuándo fregados la premiada soy yo? Definitivamente a nadie se le da gusto.

Es por eso que ya decidí no esperar por nada. Tampoco voy a actuar por impulso pero si con la plena conciencia de satisfacer mis necesidades, de ver primero por mí y lo que me llena, antes de querer facilitarles la vida a los demás. Ni modo, el que supo aprovechar mi tiempo de ganga emocional lo hizo, quien no... por ahí hay más camarones para cocktel... yo ya no!

miércoles, 15 de agosto de 2007

Literatura

¡Demonios, pensé que no se me haría tarde y ya son las 7...! Este bendito microbús va de rodillas, me dan ganas de bajarme y mejor correr. Estoy segura que llegaría más temprano a que si sigo esperando que avance. ¿a quién esperas, compadre. No ves que no hay nadie en la parada? Por eso de chofer no te bajan, te falta seso.

Llegué a la escuela y corrí hacia el edificio 9. Según recordaba el aula era la primera pecera de la izquierda. No veo a nadie, ¿será que no ha llegado el profe?

Antes de llegar al salón tengo que hacer una parada técnica. Mi vejiga, a causa de la lentitud del transporte público, está a punto de reventar y prefiero no estar haciendo guiños con los ojos a media clase; prevengo un desastre natural.

El reencuentro con los amigos es emocionante. Cosa curiosa, tal pareciera como si las amistades (por lo menos en esta generación) fuesen de ciclo escolar. Todos nos queremos, nos extrañamos, pero ninguno propicia un encuentro extramuros, siempre esperamos al primer día de clases para demostrarnos tanta afectividad como los cánones sociales nos permitan.

Ya localizada el aula destinada para esta clase me encuentro con la sorpresa de que está cerrada. Los minutos pasan y el profesor tampoco llega. Es el primer día de clases, él nunca falta, no debe tardar.

A los diez minutos ya estábamos sentados frente a aquel, que durante 16 semanas nos hará la vida más complicada pero a la vez un poco más feliz dentro del ámbito literario.

Buenas tardes, ¿son todos los que están en este grupo? Preguntó el profesor ante sólo siete personas asistentes a su clase. No me causa extrañeza el poco quorum que hay el día de hoy, la mayoría de la gente huye de esta materia pues prefiere hacer cine, tomar foto o complicarse menos la vida a meter las narices en literatura contemporánea. Yo, al contrario. Entre más libros en lista tenga, más placentero es mi andar.

Las palabras surgen de su boca, el temario, la lista de asistencia. Poco a poco va dando paso a lo que realmente le atañe y por lo cual yo lo considero mi vaca sagrada personal. Con su voz me envuelve. Hoy habla de los mitos alrededor de la vida de Sor Juana y recita con dulzura uno de sus tantos poemas. Mientras tanto, la misma escritora parece actuar frente a mis ojos vestida de monja. Con una mirada triste comparte su sentir y me transporta hasta su tiempo haciéndome parte del momento preciso en que escribía dentro del convento.

Creo que voy a disfrutar este semestre más que ningún otro. Gracias Acuña.

miércoles, 8 de agosto de 2007

Remembranzas

Recuerdo bien la primera vez que estuve fuera de mi país. fue hace medio lustro para ser exactos. La emoción por conocer otro país fue exitante y aún más el pensar que estaría lejos de casa por un mes.

Las experiencias fueron varias, desde subir a un camello, ver la luna más grande que nunca en un paradójico momento, esperar el atardecer parisino en un bote recorriendo el sena... en fin, miles de buenos recuerdos se agolpan en mi cabeza.

Pero no todo fue miel sobre hojuelas, recuerdo muy bien que durante el festival folklórico en el que participamos, durante 2 semanas comimos lo mismo ¡Agh!, con razón bajé de peso. El menú consistía de lo siguiente un té helado (claro en un vaso comunal), un huevo cocido, papas con jitomate y/o un intento de yogurt; esto nada más para el desayuno. Durante la comida se repetían las papas y se aumentaba una porción de spaghetti. La cena no era muy distinta. Papas y un pan acompañado de miel. Cada día agradecía por los alimentos y rogaba a Dios que les diera a los Egipcios un presidente más dadivoso que mejorara su economía y a nosotros, como extranjeros e invitados especiales al festival, nos cambiaran un poco el menú.

La respuesta a mis plegarias fue escuchada el último día de estancia. Las shawermas fueron mi salvación y qué decir cuando al salir de Ismailia y al llegar al Cairo, a la vuelta de la esquina del hotel me topé con una M amarilla gigante...Ahh, ese día adoré a Ronald McDonald!

Las costumbres de cada país fueron otra cosa radical en el viaje. Empezamos en un país totalmente machista y terminamos en otro totalemente liberal. En uno éramos perseguidas por los nativos gracias a nuestra calidad de extrajeras. Curiosamente, los egipcios creen que los visitantes son tan open mind que si te dicen guapa vas a querer todo con ellos (aunque bueno, no es por nada pero los egipcios tienen unos ojazos y un trasero que muchos envidiarían). Aún así, era incomodísimo sentir las miradas morbosas de esta gente.

En Europa era lo contrario, allí nadie se mete contigo y, aunque la belleza autóctona llama mucho la atención, todo tranquilo. Mi recuerdo más open fue ver un par de bellezas (hombre y mujer) dándose un agazajo al por mayor a mitad de la calle. Disculpa, ¿dónde hay que hacer fila para conseguir uno de esos? Casi con un mes fuera y con ese tipo de demostraciones afecutosas, hasta los besos al intercambiar saludos extraña uno.

Mi viaje fue por demás inspirador, cambió mis expectativas de vida y me mostró nuevos horizontes, sin embargo extrañaba mi casa, mis amigos, mis amores, mi vida por monótona que fuera. El día que regresé hice algo que nunca pensé...lloré.

El avión ya había aterrizado, esperábamos a que se conectara el puente con la puerta del avión y la emoción de volver se anudó en mi garganta. El sentimiento fue general. Mis compañeros de viaje se impacientaban por bajar y reencontrarse con sus seres queridos.

Puede sonar tonto pero el patriotismo infló nuestro pecho y una porra se escuchó al cruzar el puente. No sé si tú, querido lector, hayas experimentado cosa similar; bien dice Delgadillo "...es mi país, esta es mi tierra y casa..." y el hecho de estar de nueva cuenta en mi lugar, me hizo sentir más que bienvenida.

Sólo fue un mes fuera... Hay quien se va por más o menos tiempo y aún así, creo que este sentimiento de orgullo y nostalgia nos invade a todos al volver.

A tí, que has estado lejos de éste tu lugar, bienvenido a casa.

jueves, 2 de agosto de 2007

¿Escarnio en mi interior?

Si, a veces el cuerpo reclama, pide a gritos atención, otras tantas es cómplice de nuestros más oscuros secretos...

No puedo respirar, mi pecho trata de inflarse del vital oxígeno y no lo logra por completo, mi cuerpo tiembla y mi cabeza se siente oprimida.

Mi voz por un momento cambia, su sonido habitual parece perder su encanto dando paso a una extraña tonalidad. Hacía mucho tiempo no me escuchaba así.

La falta de armonía en mi ser me urge a consultar un gurú medicinal. Desgraciadamente el gurú de mi elección había terminado su jornada, dejándome en las manos de una desconocida. El resultado fue catastrófico, sólo un día de descanso el cual no alcanza a reponerme de la mala noche que pasé.

La medicina occidental hace estragos en mi ser y procura contrarrestar los efectos de este malestar que arrastro por varios días ya. Sin un gran efecto aún, no pierdo esperanzas en que la sanidad llegará muy pronto.

Hoy me dijeron que mis dolencias son causadas gracias a mí. Resulta que (yo supongo es la filosofía china, digo, a menos que Ajná me saque de mi error) mi enfermedad es a causa de algo que yo no dije y me guardé. ¿algún coraje? No, ¿alguna mentada de madre? Probablemente, ¿algún deseo sexual reprimido? mmm, podría ser... mejor no entremos en demasiadas explicaciones.

El asunto es que, seguramente mi subconciente o mi manera de ser polite ante ciertas circunstancias, (vamos todo sea por no perder el glamour) hicieron que mis defensas bajaran y me hiciera propensa a este terrible mal. Nah, fue el maldito aire acondicionado del aula un lunes por la mañana.