miércoles, 22 de septiembre de 2010

Goya, Universidad!


Recuerdo bien el día en que recibí en mi buzón la carta de aceptación de la Universidad Nacional Autónoma de México. Mi identidad, hasta ese momento, se hacía notar con mi número de cuenta, ¨...de por vida¨se leía. Esto resultó literal. La UNAM llenó y sigue llenando mi vida de orgullo, de conocimiento, de entrega, de amor.

La prepa fue mi primer contacto con la UNAM. Mi mamá fue parte de la primera generación que estudió en ese lugar y un buen día me llevó a conocerla. Plan con maña diría yo. Mis abuelos viven cerca y ella quería que yo estudiara allí tanto por revivir sus glorias como por conveniencia. Gracias a ella por hacerlo.

Y el día llegó. La escuela me conquistó, sus maestros me enamoraron, y mis compañeros y amigos hicieron de mis años preparatorianos los más felices de mi vida sin dudarlo. Allí incursioné en teatro y descubrí mi vocación. Recuerdo que me dolía el estómago al hacer la interminable fila hacia las ventanillas donde debería elegir mis 3 opciones de carrera. Mi corazón se debatía entre Literatura dramática y Teatro y Comunicación. Cuando llegué hasta las computadoras, mi "tocaya" me dió las instrucciones y el trámite quedó concluído. Sólo tendría que esperar el resultado y saber hacia dónde me deparaba el destino.

Y Pegagogía resultó. Una jugada inesperada; estudié un año ésta carrera esperando corregir la burla de la burocracia y al siguiente ciclo por fin pude corregir el rumbo. La entonces ENEP Acatlán me recibió con los brazos abiertos, con la esperanza de un sueño que estaba a 4 años de distancia de realizarse pero eso sí, con la promesa de proporcionarme lo que necesitara, siendo mi cómplice en el camino.

Así se forjó mi formación académica. Llena de aventuras, de buenos recuerdos, de hermosas amistades, de grandes satisfacciones pero sobretodo, de un orgullo, de un amor y una entrega por pertenecer a una institución noble, capaz de traspasar la barrera del tiempo y seguir vigente en este mundo globalizado. En una institución donde uno se siente como en casa, donde sin duda la hermandad se nota no en los colores sino en el corazón, en la consciencia, en el amor al prójimo, en la superación personal.

Mi paso talvez no halla dejado huella aún. El Premio Nacional de Periodismo va en camino, o bueno, eso intento. Sin embargo no puedo más que sentirme orgullosa de lo que soy por mi esfuerzo, primeramente, y por lo que mi institución me ha dado. Porque en ella me encontré y espero seguir haciéndolo, porque sus brazos siguen abiertos para que en el momento en que lo decida, regrese a sus aulas y aprenda un poco más de lo mucho que ofrece.

De la UNAM puedo hablar mil cosas y ninguna de ellas alcanzaría a definir este sentimiento que llevo dentro y que se convierte en lágrimas de gozo cuando las notas del himno escucho, cuando con orgullo porto sus colores y de lo fuerte que se siente cuando se me hincha el pecho al decir: YO SOY UNIVERSITARIO.


Goya! Universidad!