lunes, 26 de noviembre de 2007

Me contabas paso a paso todo lo que sucedía y las lágrimas empezaron a correr por mis mejillas. No podía creer que alguien tan cercano a mí, alguien que es un pedazo de mí pudiera tener tal suerte. No podía dejar de sentir frío aún cuando a mi cuerpo lo cubría una gruesa capa de tela.

Poco a poco el dolor aumentaba en mi cuerpo, mi pecho se sentía oprimido con cada palabra que leía, con cada frase. El dolor se volvía insoportable cuando cerraba mis ojos y descubría que eras tú.

De imaginarte en la fría noche, con tu cuerpo adolorido y tu miedo a flor de piel, mi estómago no hacía más que darme vueltas. Tu dolor lo sentí, tu terror lo viví, tu miedo me sigue acompañando. No sé a que se deba, sólo sé que te llevo más presente de lo que imaginaba.

Y con todo y esa mole humana que amedrentaba tu vida, con todo y ese miedo interno y las ganas de entender por qué había empezado todo esto, surgiste tú. Nuevamente tú y tus ganas, aquella mujer que no se pierde, que se encuentra y se reinventa a cada paso que da. Tú que con tus pocos años tienes la cabeza más despierta que nunca. Tú, el ave fénix que comparte mis días desde la infancia.

No te imaginas cuanta paz sentí al leerte fuera de allí, lejos del alcance de aquel monstruo de aliento alcohólico que no hacía más que pensar es su dolido ego. En su mísera existencia, babeante de rabia a causa de sus malditas inseguridades. Un beodo ciego; nada.

Y hoy sigues siendo tú. Más fuerte que nunca, con un miedo interno que no te ha matado sino que te acrescenta el alma. Con la certeza de saberse fuerte espiritualmente, mentalmente. Con las ganas más puestas que nunca de hacerle saber al mundo cuán dura puede ser la vida cuando menos te lo esperas y con el ejemplo de valor para seguir adelantes cubierta de una armadura interior que pocos llegan a forjar en su vida.

Tu, mi alegría, mi adoración. Sigues aquí y yo contigo. Te quiero amiga.

jueves, 22 de noviembre de 2007

Somos dos


Ja! Yo pensé que nunca me pasaría, que nunca lo sentiría... Es más era autoinmune a verla así, tan feliz. Y no por mala persona o por que no la quiera, siempre pensé que sería ella la de la última palabra, la que traería los pantalones en la mano y hoy parece darle tregua al amor.

Hace unos meses la hicieron sufrir como nunca, bajó de peso, sus nervios la tenían al borde del llanto, se comía las uñas cual mujer histérica, una visión nada agradable. El galán en turno no supo valorarla y le destrozó el corazón. Era la primera vez que bajaba la guardia cayendo con alguien que no supo valorarla.

Me sorprende su fuerza de voluntad. Amó como no lo hacía en mucho tiempo y le pagaron mal, ella con una entereza increíble dejó que su luto durara sólo dos semanas. Un día despertó y dijo: ¡Pero juro que no más lágrimas a partir del lunes! Y así fue. El día marcado llegó y no la vi llorar más. De repente se acordaba, de repente buscaba mis brazos cual niña pequeña para acurrucarse y sentirse protegida cuando creía desmayar. Se veía tan pequeña e indefensa.

Dice mi mamá que desde que supe que venía, ya la esperaba con ansia. El día que llegó me encargué de recibirla con un pequeño pollito amarillo el cual personalmente había escogido para mi nueva compañera de juegos. Yo la verdad, no me acuerdo.

Poco a poco, eso de cuidarse mutuamente, nos llevó a tener un lazo bastante fuerte. Si le pegaban yo la defendía y viceversa, si mi mamá me regañaba, ella lloraba para que ya no siguiera castigándome. Muchas cosas buenas hemos pasado juntas, y malas también, para qué negarlo. Nomás no se me notan las canas verdes porque Dios es muy grande.

Los años han pasado y cada una hemos tomado rumbos diferentes, creo que nos hemos convertido en una especie de alter ego de la otra. Ella reventada, yo tranquila. Ella adora la vida nocturna, yo también pero en mi cama. Ella se ríe, yo le hago la segunda voz. Bueno, en este punto somos muy pero muy similares.

Cuando por fin el amor llamó por primera vez a mi puerta, lo resintió de gran manera, bueno, hasta mordidas le tocaron al pobre amor. Los celos se apoderaron de ella como nunca hubiera imaginado; yo creo que de verdad le veía el interés al que competía por mi cariño y por eso exageró. Sigo pensando que poseé el mejor indicador de conveniencia hacia los prospectos. Aún sigo sin entender por qué mis aventuras preparatorianas no fueron tan celadas como el primero.

Hoy, el amor que tengo sigue sufriendo los estragos de la fuerza del cariño que ella me da. Ya no son mordidas, je je je, hoy son otro tipo de actitudes que surgen a raíz de ello.

Ah! pero la vida es justa y hoy hace gala de su nuevo amor. Lo malo es que ¡yo soy quien paga las consecuencias!, siempre dicen que cae más rápido un hablador que un cojo y ¡heme aquí!, celándola a más no poder.

Se ve feliz, se ve radiante, le da miedo enamorarse y que la lastimen de nueva cuenta pero ya pasará ese sentimiento. Mientras tanto se divierte y yo hago de tripas corazón por que mi enana, aunque ella lo niegue, está sintiendo un gran amor por aquel que le hace el día.

Hoy se las presumo. La quiero, es mi adoración. ¿Se nota?

lunes, 19 de noviembre de 2007

Gracias, Totales!


Pues se hizo todo lo posible... Ya tenemos boletos para el concierto de Soda Stereo!!!...

Así fue. Un día de mediados de año, le comuniqué a un amor que tengo la alegría desbordante, la que era inminente compartirle y que no podía esperar por su cumpleaños al siguiente mes. No habían pasado ni dos minutos cuando su voz me sorprendió al teléfono. Una alegría inmensa me dejaba imaginar su rostro, sus manos nerviosas, la adrenalina corriendo por todo su cuerpo, estremecerse y tratar de controlarse para evitar pensarlo loco.

Durante un par de días, la noticia fue esparcida a nuestros conocidos, entre felicitaciones sinceras y puñaladas por la espalda, recibí el mail confirmando mi compra. Un fw mantuvo nuestro calendario en cuenta regresiva.

Por fin llegó el esperado día. Ya habíamos hecho los arreglos necesarios. Excusas en el trabajo, en la escuela, en fin. Todo estaba más que listo para disfrutar al máximo el regreso de esta legendaria banda. Eran las nueve de la mañana y yo con las mariposas en el estómago. Uff, parecía niña de 15 estrenando novio; el nervio y la emoción hicieron que mis visitas al baño se hicieran más frecuentes de lo acostumbrado. Vaya, pensé. Si sigo con esta sensación me cae que voy a bajar de peso. Decidí salir a caminar un rato y dejar de contar los minutos por pura salud de mi flora intestinal.

Un amor que tengo y yo decidimos llegar muy temprano al Foro Sol. Cuando fuimos al concierto de Robbie Williams la experiencia no fue muy grata. Tal pareciera como si la gente supiera de antemano cuán fan soy y mandaran a los más altos, los más garrochas para acomodarse delante de mí. Ese día, gracias a que muy hábilmente me colgué literalmente de la espalda del de enfrente, fue que vi por un segundo la silueta de mi adorado. Seguramente se preguntarán por qué no disfruté el concierto en las pantallas. Bueno, el aire me hizo el favor de volarlas impidiendo que yo y todas aquellas personas que no llegamos ni al 1.60 cm de estatura, pudiéramos verlo allí.

Y qué decir del lugar que nos tocó, algo así como tres cuartos hacia atrás de donde se encontraba el escenario, vaya, dos minutos más tarde y lo veíamos en los torniquetes de la entrada. Ese día mi Big Bro presentaba a su hija; tal vez pude dejar la presentación y llegar a apartar mi lugar cual señora de comercial acostada en la calle esperando el auto de su marido y ser de las primeras en entrar al lugar, pero no fue así y la cara de felicidad de mi Bro y de su esposa son algo que no olvidaré aún cuando no tenga la certeza de volver a ver a Robbie en México.


En fin, previniendo esta situación fijamos nuestro arribo a las 6 pm. tres horas antes del concierto. Ya en el lugar comenzamos a recorrer los puestos de los souvenires, camisas, vasos, tazas, chamarras, sudaderas, posters, uff. De verdad, si ud. querido lector algún día tiene una inminente necesidad de dinero, basta que consiga unas cuantas playeras, les imprima el logo de la banda en cuestión y se venden mejor que pan caliente. Desde 35 pesos (los vasos) hasta un poco más de 250 pesos (las chamarras), uno puede darse el lujo de adquirir cuanta cosa le venga en mente.

Entre plática y plática el amor que tengo y yo debatíamos sobre de las notas publicadas acerca del milagroso y muy esperado regreso de la banda a los escenarios y de cómo habían sido los conciertos en Argentina y Guadalajara. No quisimos hacerle caso a las múltiples alabanzas que los redactores daban y preferimos dejarnos llevar por lo que nuestros sentidos captaran. De pronto una llamada interrumpía: ¡Ya se está llenando!, un amigo de mi acompañante nos advertía que era hora de correr al interior del lugar.

Escogimos el lado derecho del escenario, se veía poca gente en comparación con el concierto de Robbie, estábamos a la mitad del terreno. Para mi mala genética, todos frente a nosotros medían más de 1.60 de estatura. ¡Demonios!, pensé. Por más temprano que llegue uno, no deja de existir la garrocha andante. Agh, otra vez no voy a ver nada. Luego medí la distancia y recordé que al iniciar el concierto la gente suele amontonarse, esto dejaría un espacio delante de nosotros y podríamos acercarnos más al escenario. ¡Excelente! Parecía que todo estaba a mi favor, incluso la tecnología. Mi celular y su potente zoom me acercaban aún más a la banda.

Alrededor de las 8:30, la gente comenzaba a impacientarse, la sección de "los parados", donde nos tocó, estaba a toda su capacidad. De pronto, unos empujones por aquí, otros por allá, un pisotón, una voz al viento exclamaba ¡Pégale, puto! Quise voltear para ver qué sucedía cuando me sentí arrastrada por la corriente. Unos cuantos metros atrás se estaban peleando. Ya se imaginarán. Todos tratando de abrir el espacio suficiente para que nadie más saliera herido. Bueno, por lo menos los que estaban cerca de los puñetazos porque los demás estábamos tan apachurrados que ni podíamos respirar. En dos segundos la seguridad del lugar separó a estas personas. Supongo que las sacaron, nunca alcancé a ver qué fue lo que pasó con ellos. En un instante todo regresaba a la normalidad.

En un grupo de amigos que se encontraba frente a mí, uno de ellos había bebido demasiada cerveza; quería orinar en un vaso lo cual resultaba primeramente, asqueroso y en segunda peligroso. El vaso lo colocaría en el piso, ese era el plan. Al momento del empujón inicial del concierto, el de atrás lo pisaría y guacs, alguien terminaría con el pantalón manchado de su agüita amarilla. Afortunadamente desistió y se aguantó las ganas.

El reloj marcaba las 9:15, los brincos, aún más apretones, la multitud coreando ¡Oe, oe, oe, oe...Soda, Soda! y la banda no aparecía. Cada vez más fuertes los gritos, los chiflidos, los aplausos. La prueba de luces desde la cabina de sonido hacía que cada vez que se encendían los reflectores la multitud se desbordara en euforia. La espera se estaba volviendo pesada, el frío se empezaba a sentir y otra vez volvían las mariposas a mi estómago.

El de a lado miró su reloj, las 9:30 dijo. De nueva cuenta las luces se encendían, otra vez los gritos de todos, pero esta vez nuestros latidos nos decían que el momento había llegado, una certeza inexplicable alimentaba el corazón. El exilio tras 10 años había terminado.

Los primeros acordes se dejaron escuchar, todos vueltos locos no dejábamos de gritar, la gente se revolvía buscando el mejor lugar para poder verlos, para casi tocarlos. De pronto el saludo, "Hola México lindo..." aumentaron nuestra felicidad.

La música seguía sonando fuerte cuando su voz celestial comenzó a volcarnos a la realidad, ya no era un sueño "...bienvenidos al juego de seducción...Voy a ser tu mayordomo, y vos harás el rol de señora bien..." las primeras frases empezaban a hacer mella en nuestros sentidos, así comenzaba la historia que bien valió la espera de 10 años.

El saludo a la banda vino después, "Hola Charlie, qué tal Zeta", una pequeña pausa para ir acoplando tanta energía desbordada y seguir con el concierto. Telekinesis, Imágenes Retro, Texturas, Hombre al Agua, La Ciudad de la Furia, Picnic en el 4b, Zoom, Cuando pase el temblor... uff, una tras otra no había quien dejara de corearlas y seguir dando gracias al cielo por este momento. Y qué decir del amor que tengo, nunca lo había visto tan extasiado como aquella noche, su cara, su voz, sus ganas y emoción completaban mi felicidad.

El concierto avanzaba y los celulares no dejaban de brillar. Giré mi cabeza y pequeñas luciérnagas de luz simulaban el firmamento en tierra. Nadie perdía la oportunidad de grabar el momento. Hice lo propio y, aunque mis fotos en esta ocasión son muy pero muy malas, aquí está lo que pude captar en un momento de calma corporal.

Gracias a tantos empujones y a las horas que ya llevaba de pie, hubo un momento en que mi espalda me dolía cada vez y más fuerte. No me importó. Mi medicina era Soda y mi terapia los brincos. Así, al escuchar los primeros acordes de Persiana Americana, cual tratamiento de huesero, me curé. Era tal el éxtasis, las ganas de seguir cantando y disfrutando, dejándome llevar por la vibra, por los acordes, por el momento en sí que me olvidé de mí haciéndome incorpórea... Volé en esta ciudad con toda mi furia contenida, con esa música ligera que me trataba suavemente.

Dos descansos no apagaron el ánimo de ninguno de nosotros, al contrario... las últimas Vitaminas nos inyectaron la dosis perfecta para cerrar con broche de oro esta noche mágica.

Las ovaciones nunca cesaron, "qué mejor razón para volver que ustedes"... En un abrazo se fundieron los tres, en ese abrazo se despidieron. Allí estaban al centro del escenario, retomando el camino que quedó marcado, indeleble en nuestros corazones. Allí donde mi grito ahogado se confundía con mis lágrimas, comenzaba la historia.








lunes, 12 de noviembre de 2007

Tus ojos

Hoy me acordé de tí. Estaba parada en un puesto de revistas y ví los titulares del periódico que compras. Una sonrisa nostálgica invadió mi corazón.

Recuerdo cuando nos llevabas a jugar al parque de la colonia, algunas veces te enojabas porque el tiempo que destinabas para nuestros juegos no era suficiente para nosotros. Claro, los chintololos ya habían terminado el partido de futbol. Para tí era tiempo de partir, en cambio nuestra última aventura iba apenas a la mitad del viaje.

Luego fuimos creciendo y los años te volvieron más apacible. De repente te daban tus ataques de in-consciencia y sacabas el cobre en las fiestas y reuniones... A mí nunca me ha importado, te quiero.

Cuando vivía contigo, sólo hacías muecas y ruidos porque veía tele hasta tarde. ¡Ah, pero no fuera tu América que ese día nomás no dormías! Y lo peor del caso es que yo tampoco podía irme a la cama sin ver qué había sucedido en la novela de la noche. No es que realmente me apasionara el género, sino la cosquillita de hacerlo a escondidas, de saber que en cualquier momento te levantarías a checar que ya estuviera en cama, era lo que me motivaba a seguir dando lata.

Nunca me dices que me quieres, sin embargo lo sé. Un día te hablé de una obra de teatro en la que participaría. Era de día de muertos y me estaba haciendo mi disfraz. Tenía un bote de engrudo y la idea, me faltaba el material.

Cuando regresé de la escuela, me dijeron que estabas de malas, que todo el día habías andado en la calle buscando unas cosas y que el tráfico y el ruido de la ciudad había puesto a todos en la casa a temblar.

Al día siguiente cuando me levanté, en el patio seguía mi bote de engrudo y el hule espuma que necesitaba para mi disfraz lo habías conseguido para mí. Nunca olvidaré ese detalle.

Hoy ya no ves como antes, tus ojos se han ido apagando con los años. Un tratamiento médico nos da la esperanza de que tu calidad de vida mejore un poquito y te dé, por lo menos, un poco más de visibilidad. Pero eso sí, ya dijiste que quieres una tregua para el día de la graduación, que ese es tu anhelo inmediato.

Yo pido otro poquito de tregua, que te alcance hasta tus últimos días.

Te lo escribo, por que si te lo digo, tiemblo. Te quiero abuelo.

In memoriam


...y qué decir cuando una pequeña parte de tu mundo se ve extinguida, cuando su luz propia deja de brillar en este espacio...

Hoy por hoy, esa luz se va encendiendo a través de tí, de su ejemplo, de su constante recuerdo.

A tí Geor, por que su flama nunca se aparte de tí.

lunes, 5 de noviembre de 2007

Playa Paraíso (segunda parte)


Durante la noche se oyeron unos gritos impresionantes. Mi sueño se vio turbado por ellos. En un segundo ya había despertado totalmente, el miedo no me permitía salir de mi tienda para ver qué sucedía, sólo atiné a abrir la pequeña ventana que tiene mi guarida cuando vi muchas piernas corriendo hacia la tienda de enfrente.

Una chica lloraba, muchas voces, más llanto y de pronto algunos ánimos encendidos. Los otros acompañantes del viaje tomaron bando a favor y en contra de la afectada. Al parecer demasiada mota había hecho efecto en la chica y puso a todo el campamento a temblar con semejantes lamentos.

Después del mal rato, la noche se fue como agua. A las 7 de la mañana el sol estaba en todo su esplendor. El cielo, que un día antes había estado nublado, se mostraba limpio, claro, brillante. Ni tarda ni perezosa me puse mi traje de baño, un poco de bronceador, tomé mi toalla y salí presta a disfrutar de los rayos matutinos. La experiencia fotográfica se iría dando a lo largo del día.

Poco a poco, las horas fueron pasando. El estrés contraído en la ciudad se fue deshaciendo junto con la espuma del mar que abrazaba mis pies. Poco a poco me fui sintiendo más y más llena de vida, llena de energía y gozo. Otra vez esa infinita y deliciosa sensación de tener al mundo en tu mano y poder comértelo a puños.


Un poco más tarde nuestro profesor repartía a diestra y siniestra filtros para la cámara. Azul, amarillo, rojo, un lente curiosísimo con un hoyo enmedio, un polarizado. Nuestra tarea fue visitar el pueblo cercano y tomar fotos con y sin filtros; tejados, tiendas, el pequeño parque del pueblo, los rostros de la gente, un hombre en bicicleta fueron algunas de las tomas seleccionadas.

Rumbo a nuestro destino, y nuevamente experimentando la pericia del Chepo para cruzar la laguna, abordamos una combi, sin puerta; un enfrenón hubiera bastado para salir volando por ella. Una señora abordó la combi. Muy afable ella, nos venía dando santo y seña de la vida en el pueblo. Ese día era de tianguis, así que nos aconsejaba que comiéramos primero, que los locales de comida cerraban temprano. Todos escuchábamos muy atentos a su conversación.

Ya entrados en confianza, nos platicaba que iba a la venta de la tarde. En el piso se hallaba una tinaja con unos 50 pescados. Decía que su hijo se iba por las mañanas a pescar y los vendía en la tarde. No quiero ser una vieja inútil, decía, pero prefiero andar un rato con la venta a ser una carga para mi hijo y mi nuera. Así, nuestra interlocutora se despidió de nosotros llevando en su cabeza la tinaja y echando a andar en una calle semi desierta.


Curiosamente el chofer del transporte se interesó en nuestra conversación. El tema introductorio fue la tuba, bebida parecida al pulque elaborada de la pulpa de la palma. Nos platicaba de su sabor, que no debíamos pasar la oportunidad de probarla. Preguntamos por una tienda para comprar tuba, se detuvo, prometió esperarnos en lo que nosotros comprábamos un vaso y después nos llevaría hasta nuestro destino.

Entusiasmados con nuestra tuba, con la rica charla de la señora de los pescados y con el ánimo dispuesto a una buena sesión de fotos, llegamos al pueblo. Cámara en mano recorrimos el lugar por más de tres horas. Disfrutamos de una rica comida y volvimos al campamento.

La tarde iba cayendo, esperábamos llegar antes de que se terminara el atardecer pues los tonos violetas, naranjas y rojos que se apreciaban en el cielo, nos invitaban a tener otro encuentro de paz interior. Desgraciadamente, nos falló el cálculo. Llegamos justo cuando la noche caía sobre la arena.


Rápidamente nos despojamos de nuestras cosas y corrimos hacia la playa. Nuevamente se preparó la fogata, el ritmo de los tambores fue el llamado hacia ella. Ya reunidos, nuevas indicaciones se dieron para otra práctica, esta vez un tripié hizo su aparición. El cielo nos hizo justicia, cientos de estrellas nos daban la bienvenida y nos permitían impregnar con su belleza nuestro rollo fotográfico. La luna, poco a poco iba apareciendo entre las nubes, poco a poco su luz cubría nuestras cabezas.

Nuevamente la playa, la naturaleza, los planetas, todo se conjugaba para hacer de nuestra estancia una experiencia inolvidable. Dios es grande, Alá es grande, you name it. Pero una cosa es cierta, ese día mis plegarias de agradecimiento no alcanzaron a cubrir el espacio sideral que esa noche era mi cómplice junto a la arena.

Así pues, al día siguiente regresamos a casa, dejamos atrás nuestra tregua en el mar. Retomamos la vida rutinaria, llena de ires y venires, de causas y azares, como dice Silvio. Y con todo eso no puedo más que sentirme bendita por esta experiencia.