lunes, 13 de junio de 2011

Huichapan

Cuando la tarde va cayendo y a mi abuela se le suelta la lengua, no hay quien la pare con tantas anécdotas que llegan a la mesa mientras platicamos después de comer. Sus recuerdos toman vida al compás de las palabras que contienen emoción al ser pronunciadas.

Su tierra "de nascencia" es Hidalgo. En un pequeño poblado llamado Tlaxcalilla sus ojos pícaros vieron la luz del día. Allí vivió hasta que cumplió 6 años. Poco después ella y su familia se trasladaron a Huichapan, otro municipio del mismo estado, en donde su padre se convertiría en Presidente Municipal y allí comenzó su triste historia.

A su padre lo mataron. Ella cuenta que los intereses políticos de la época fueron los que motivaron la masacre. Su padre presentía su muerte, me dice. Le pedía a Dios que le permitiera ver a su hija cumplir sus XV años. No fue así. A los pocos días de esta plegaria un balazo cortó su vuelo.

El funeral fue de lo más triste para ella. A su corta edad pedía verlo y darle el adiós. De allí en adelante su mundo cambió radicalmente. Las tierras de su padre fuero expropiadas. Su madre decidió "venirse a la capital" donde comenzaron con lo poco que lograron guardar de todo lo que tenían. A Huichapan jamás volvieron.

Mi abuela adora su tierra y todo lo que de ella provenga. Si alguna persona se dice su "paisana" inmediatamente su memoria la transporta a los días en que montaba a Nerón, su perro guardián, y a los olores de la longaniza recién preparada por su madre. A los trabajos del campo que hacía su padre y a las fiestas y charreadas que se acostumbran en ese lugar.

Conforme han pasado los años, mi abuela ha vuelto un par de veces a su tierra natal. A su regreso no para de contarme lo bonito que se ha puesto el pueblo, lo bien que ha dejado el actual Presidente Municipal la explanada de la iglesia, lo rico que le sabe el chicharrón de res, un platillo típico del lugar, al mismo tiempo que se rozan sus ojos cuando me dice que pasó por su antigua casa.

Hace un par de meses la familia decidió hacer de un domingo de paseo una aventura por Hidalgo. El destino por supuesto fue Huichapan.

Llegamos muy temprano. Madrugar lo único que provoca en el ser humano es hambre y como mi abuela tanto presume los platillos regionales yo llegué buscando las "paseadas", que son tacos rellenos de verduras y bañados en salsa de chile guajillo, y el chicharrón de res, que no fue otra cosa que tacos de pancita frita.

Era la semana de la Fiesta del Calvario la cual se realiza al terminar la semana santa. Así pues, al llegar al mercado, los stands hacia la fiesta, el mapa de la feria y el ambiente festivo, aún a las diez de la mañana, ya estaban en su apogeo.

Al terminar nuestro desayuno iniciamos el recorrido en el lugar. Por allá se veía la plaza de toros donde las charreadas tenían lugar, los juegos mecánicos, los stands de turismo, de comida, y muy al fondo la iglesia del calvario. Es allí donde mi abuela puso su objetivo.

Después de la visita al santo del lugar, la feria ganadera nos esperaba. Allí, por cien pesos podía uno adquirir boleto para la rifa de un semental de ocho meses y poco más de cien kilos. Ya me veía yo con boleto ganador y sin saber qué hacer con tan hermoso ejemplar. -Pues si no se lo puede llevar, que se lo hagan bisteces. Comentó quien vendía los boletos. Aún con tan deliciosa proposición, preferí guardar mi suerte para otro momento. Ya la tarde se anunciaba, el día estaba por concluír.

A punto de terminar el recorrido mi abuela recordó. La feria de la nuez es en Septiembre, venimos ¿no?, me miró con ojos pícaros buscando una cómplice de aventuras. Esperemos que se pueda, respondí.

El sol se ocultaba indicándonos la hora de partir y regresar a nuestros terruños. Eso sí, antes de subir a nuestros corceles de acero, la sesión de fotos familiar no se hizo esperar. Algo más para recordar. Y allí, entre calles empedradas y carcajadas entre toma y toma, Huichapan nos despedía con un agradable sabor de boca, donde la tristeza no asomó en los ojos de mi abuela y a nosotros nos permitió gozar de su alegría al regresar.