martes, 23 de abril de 2013

Viajo Leyendo

He tenido la gran oportunidad de salir de mi país, conocer otras culturas y mezclarme entre sus tradiciones. De ello guardo tantos recuerdos que podrían ser parte de mi primer anecdotario; que otros viajen a través de mis letras.

Es poco más de una década la que me remonta a mi primer salida. Un viaje trascendental no por ser la primera experiencia sino por ser totalmente contrastante con mi mundo, con mi entorno social.

Los sonidos, olores y sabores particulares de ese viaje se hacen presentes con el simple hecho de rememorarlos. Y hace poco los volví a vivir de una forma tan nítida como no pensé hacerlo de nuevo a menos que regresara a ese lugar.

A mis manos llegó un libro de Isabel Allende titulado Memorias del Águila y el Jaguar. Una pequeña novela para niños donde se narran las aventuras de dos jóvenes exploradores que visitan la Amazonía, el Tíbet y África.

En estas historias volví a sentir la emoción de aquel viaje, a pesar que ninguno de esos lugares fueron el destino de mi travesía. Me contagie del descubrimiento y de la facilidad con que estos exploradores se acoplan a la gente y sus costumbres.

No es un gran libro, y yo siento que tengo una imaginación muy volátil. Sin embargo me fascina esa sensación de desconectarme de mi realidad para transportarme hasta la historia que leo.

Cada lectura es un nuevo descubrimiento y mis propias experiencias de viaje se suman a las de la historia en turno. Sobre todo de aquellas que nombran los sitios que he visitado, vuelvo a ser turista entre las letras.

Hoy se conmemora el Día Mundial del Libro y ello ha sido un pretexto para recordar que viajar leyendo es sólo el principio de una nueva aventura.



sábado, 13 de abril de 2013

La Ópera

En esta gran ciudad llena de recovecos hay un lugar que conserva una historia en particular: la cantina La Ópera.

Son varios ayeres los que marcan el inicio de este lugar. Allí, la historia de México cobra vida bajo la leyenda de que Pancho Villa disparó su pistola y el lugar donde quedó impactada la bala se encuentra hoy marcado por un círculo negro en el techo.

Pero además del famoso agujero, la cantina del centro de la ciudad te transporta a otro tiempo y espacio. El acompañante bien lo dijo, dejas el bullicio de la ciudad al cruzar el dintel de la puerta.

En esta ciudad las cantinas son famosas por su comida, bebida y el ambiente propicio para la camaradería y La Ópera no se queda atrás.

La comida es muy rica, la cerveza "azabache" es muy popular en el lugar. Y bueno, si de echar trago se trata, la barra es el lugar perfecto para disfrutarlo mientras la madera gruesa guarda en sus adentros una plática más en su memoria. Si esa barra hablara, estoy segura que un tomo de historias no sería suficiente para contar los hechos del lugar.

La Ópera es uno de esos lugares en el corazón de la ciudad que son parada obligatoria cuando de turismo se trata. Incluso forma parte del recorrido de cantinas que se ofrece para propios y visitantes.

El centro histórico y está cantina en particular forman parte de un pedacito de historia viva que día a día se reinventa y se conjuga con el murmullo de la ciudad.