miércoles, 22 de abril de 2009

Intereses

Poco a poco, durante nuestras experiencias de vida, vamos definiendo nuestros intereses, nuestros gustos y disgustos, nuestros placeres vanos, carnales, espirituales.

Los de viajes se adquieren con los mismos, en cada nueva experiencia agregamos a nuestra vida un poco más de conocimiento del entorno y de nosotros mismos. Aspiramos a nuevas aventuras y (esto no lo sabía) también a tener una que toque el lado afectivo, es decir, según la teoría del turismo social, el viajero busca una aventura amorosa durante sus viajes por el mundo.

En esta nueva oportunidad de viaje, estuve acompañada por tres generaciones además de la mía. Todo un intercambio de expectativas de vida, de sueños, de conocimiento. Pudiera decirse que sería una aventura riquísima en conocimiento, en pláticas... Y hubo de todo, pláticas, risas, buenos recuerdos, momentos de diván, desacuerdos, enojos que fueron directito a la vesícula, sustos, pérdidas personales y muchísimas de tiempo, pérdidas de paciencia y un par de dolores de cabeza... Nadie dijo que las relaciones humanas serían sencillas y mucho menos que contrastar 4 planes totalmente diferentes resultaría más difícil que pasar un camello por el ojo de una aguja.

Para mí, caminar es lo primero. Tomarse el tiempo justo para hacer veinte mil tomas de una misma escena hasta conseguir la deseada, aprovechar el tiempo a más no poder aprendiendo de las costumbres locales (cosa que ya lleva uno adelantada con la lectura previa del lugar a visitar), hacer nuevos amigos y nunca negar una plática con un local, aunque a veces se lleve uno cada fiasco que bueno...

He aprendido también que los viajes con tours incluídos no me gustan. Me desespera que quieran mostrarme todo un estado, una ciudad, un pueblo, un museo... you name it, en cuestión de minutos...Por algo es historia, recinto o patrimonio de la humanidad. Aquí viene mi queja hacia los gringos, a la mayoría les resulta muy agradable eso de viajar de rapidín.

En esta ocasión una de mis compañeras de viaje ya había estado anteriormente en el lugar, cosa que para el resto no fue muy bueno pues nuestras caras de "mu sostenido" al llegar a cualquier lado, a ella se le notaba indiferente e incluso desesperada por nuestras ansias de ver lo que ya conocía... Paciencia, mi querido Solín. Unos días se aplicó, otros días le falló.

Otras veces yo era la que evocaba a Kalimán pues suelo ser desesperada cuando sé que tengo la razón y nadie me escucha... Ya me han dicho que tengo que ser más inteligente y tratar de hacer que la gente haga lo que quiero sin que se den cuenta de que lo están haciendo.. ja,ja... todavía no manejo bien ese punto.

Después del ajuste hormonal y el respiro para alinear mis chakras, comprendí que en una de las cuatro tenía que caber la razón. Allí salía yo a ser mediadora en lugar de agarrar trinchera. Finalmente y con mucho esfuerzo lograbamos concretar nuestro paseo.

Me faltaron sitios por visitar, gente con quien entablar conversación, mezclarme entre los locales... Sin embargo me quedé con el mejor pretexto para regresar aunque no estoy segura si con la misma compañía.


miércoles, 15 de abril de 2009

Conversaciones

Es curioso cuando uno socializa con la gente que comparte camino. Un par de horas para llegar a nuestro destino pueden cambiar el ritmo del día, las expectativas de vida o simplemente, colocarnos una sonrisa en el rostro.

Después de acomodarme en mi asiento, abrocharme el cinturón y contemplar la pista del aeropuerto, pensaba en qué especimen sería mi acompañante de vuelo. Quedaban dos asientos disponibles y una (nunca contemplé las dos) posibilidad para hacer más llevadero el vuelo. Minutos más tarde hallé respuesta a mis pensamientos. Dos chicas, que se veían muy malencaradas, se acomodaron junto a mí.

Ya valió, pensé. Su acento denotaba que no eran chilangas, y con eso de que los capitalinos tenemos mala fama, la posibilidad de entablar un rato de conversación se vino abajo en cuanto una de ellas, la que se sentó enmedio, se quedó profundamente dormida. Y todavía no despegaba el avión.

Había decidido no dormirme durante el vuelo a pesar que llevaba varios días sin dormir. Me gusta mirar por la ventanilla el paisaje al despegar y antes de aterrizar; si cerraba los ojos, seguramente ni el carrito de bebidas escucharía pasar.

Llevábamos unas cuantas horas de vuelo cuando rompí el hielo con mi acompañante al pedirle prestada su pluma para llenar la forma migratoria correspondiente antes de dejar el avión. De aquí pa'l real, me dije. Fue el pretexto perfecto, entre risas descifrabamos los requerimentos de la hoja y comenzamos a platicar acerca del viaje que estabamos iniciando.

Al poco rato, su compañera se despertó y entre las tres disfrutamos de la última parte del vuelo.

Nuestra conversación giró en torno a nuestras actividades diarias, a lo que esperabamos conocer durante nuestra visita, nuestro origen... ellas eran de Jalisco, el cambio monetario, los problemas del idioma, en fin, temas obligados para quien pisa por primera vez un país multicultural.

El avión aterrizó y nos despedimos con los mejores deseos en la semana de aventuras que comenzaba para las tres. Definitivamente me gustan las pláticas de avión.

A mi regreso, todo comenzó en la sala de espera. Mientras platicaba con una de mis acompañantes de aventura, nuestros ojos se cruzaron. Él se veía muy intelectual leyendo un libro grueso, justo los que a mí me gustan. Tenía barba y vestía jeans y una playera ligera. Yo venía forrada en mi chamarra, una semana allí y todavía sentía mucho frío. Nos vimos y nos volteamos, luego miré en otra dirección y un apuesto joven, delgado y muy fashionista también intercambió miradas conmigo.

Bienvenidos pasajeros del vuelo fulano, comenzaremos nuestro abordaje con las filas tal a tal. Preocupada por no olvidar mi barra de Toblerone, perdí de vista a esos especímenes masculinos y me quedé al final. No me preocupaba ser la última... Total, todos vamos a subir.

Al buscar mi asiento me llevé la sorpresa que los dos muchachos con quien crucé miradas estaban sentados juntos y yo quedaría enmedio de ellos. El intelectual quedó a mi lado izquierdo y el fashionista del derecho. Él así como se encendió la luz de los cinturones de seguridad se quedó dormido, mientras que el chico a mi izquierda me daba miradas de le hablo, no le hablo... Yo no me quedaba atrás, tampoco sabía cómo romper el hielo.

El momento se dió cuando la chica sentada delante de mí, me preguntó si no me molestaba que bajara el respaldo de su asiento. No le oí llamar mi atención y mi acompañante muy amable, me dijo oye, te habla. De allí un cómo te llamas fue lo que inició la conversación.

Para nuestra suerte, buena o mala, el avión no traía televisión así que me libré de ver una película infantil cuya aburrida reseña leí en la revista de la aerolínea. Gracias a eso, al sudoku y al crucigrama, hubo momentos de mucha simpleza, de pláticas profundas de tintes teológicos, políticos, culturales, en fin un vuelo mágico-cómico sin la parte musical pues mi ipod se negó a cooperar así que no pude mostrarle mis dotes de dj.

Al llegar a nuestro destino, habíamos hecho muy buenas migas, todavía en la banda de equipaje nos reímos juntos de nuestras simplezas y nos felicitamos por ser tan agradable compañía durante un vuelo.

Me pidió mi número y se lo dí... Dudo mucho que alguna vez me llame jaja... creo que fue mera cortesía. Lo que sí, es que su compañía me alegró el viaje de regreso a casa, y me dejo un buen sabor de boca al confirmarme que romper el hielo me ha dejado buenas experiencias.

martes, 14 de abril de 2009

Nevar

El blanco predomina a donde quiera que miran mis ojos. Poco a poco una gruesa capa del mismo se va acumulando al pie de mi ventana. La imagen se congela también en mi memoria.

Adentro, en la habitación, no se siente el frío. El aire poco a poco trae consigo pelusas, acomodándolas en el lugar que más le gusta del inmenso espacio para luego perderlas de vista entre el color de fondo. Blanco, siempre blanco.

No resisto la tentación. Mis pies buscan el calzado más abrigador y salen al encuentro del viento, del último frío invernal. Al momento de sentir el crujir de la nieve, mi mano se alarga para tomar un poco y deshacerla lentamente en mi boca.

El termómetro marca -2 grados, no se siente frío sino hasta que sopla el viento. Mis manos acarician suavemente la perfección hecha nieve, súbitamente se tornan rojas y comienzan a dolerme. No me importa.

A lo largo del día sigo sintiendo los copos de nieve en mi cara, se enredan en mi pelo y se deshacen al contacto con mis ropas.

Llega la noche, mis huellas irrumpen en el camino cubierto de blanco. Mis huellas rompen con esa perfección. Me siento tan extraña de ser yo la causante de ese hoyo que imprimo con cada paso. Quisiera poder volar y no dejar rastro alguno para que todo permanezca intacto, no corromper tanta belleza.

Los días han pasado y la blancura sigue acompañando mis días. Hoy apareció el sol y ni siquiera su poderosa luz ha podido desvanecer por completo mi blanco escenario.