martes, 14 de abril de 2009

Nevar

El blanco predomina a donde quiera que miran mis ojos. Poco a poco una gruesa capa del mismo se va acumulando al pie de mi ventana. La imagen se congela también en mi memoria.

Adentro, en la habitación, no se siente el frío. El aire poco a poco trae consigo pelusas, acomodándolas en el lugar que más le gusta del inmenso espacio para luego perderlas de vista entre el color de fondo. Blanco, siempre blanco.

No resisto la tentación. Mis pies buscan el calzado más abrigador y salen al encuentro del viento, del último frío invernal. Al momento de sentir el crujir de la nieve, mi mano se alarga para tomar un poco y deshacerla lentamente en mi boca.

El termómetro marca -2 grados, no se siente frío sino hasta que sopla el viento. Mis manos acarician suavemente la perfección hecha nieve, súbitamente se tornan rojas y comienzan a dolerme. No me importa.

A lo largo del día sigo sintiendo los copos de nieve en mi cara, se enredan en mi pelo y se deshacen al contacto con mis ropas.

Llega la noche, mis huellas irrumpen en el camino cubierto de blanco. Mis huellas rompen con esa perfección. Me siento tan extraña de ser yo la causante de ese hoyo que imprimo con cada paso. Quisiera poder volar y no dejar rastro alguno para que todo permanezca intacto, no corromper tanta belleza.

Los días han pasado y la blancura sigue acompañando mis días. Hoy apareció el sol y ni siquiera su poderosa luz ha podido desvanecer por completo mi blanco escenario.

1 comentario:

Cl@udette dijo...

Blanco como la pureza....como el alma de un pequeño que no conoce pecado....es hermoso ver nevar, andar por esos caminos no importando la huella que en el se deje, lo realmente importante es poder vivir la experiencia y disfrutarla.

Bienvenida de nuevo a casa....espero fotos y reseña

Claudette