lunes, 5 de noviembre de 2007

Playa Paraíso (segunda parte)


Durante la noche se oyeron unos gritos impresionantes. Mi sueño se vio turbado por ellos. En un segundo ya había despertado totalmente, el miedo no me permitía salir de mi tienda para ver qué sucedía, sólo atiné a abrir la pequeña ventana que tiene mi guarida cuando vi muchas piernas corriendo hacia la tienda de enfrente.

Una chica lloraba, muchas voces, más llanto y de pronto algunos ánimos encendidos. Los otros acompañantes del viaje tomaron bando a favor y en contra de la afectada. Al parecer demasiada mota había hecho efecto en la chica y puso a todo el campamento a temblar con semejantes lamentos.

Después del mal rato, la noche se fue como agua. A las 7 de la mañana el sol estaba en todo su esplendor. El cielo, que un día antes había estado nublado, se mostraba limpio, claro, brillante. Ni tarda ni perezosa me puse mi traje de baño, un poco de bronceador, tomé mi toalla y salí presta a disfrutar de los rayos matutinos. La experiencia fotográfica se iría dando a lo largo del día.

Poco a poco, las horas fueron pasando. El estrés contraído en la ciudad se fue deshaciendo junto con la espuma del mar que abrazaba mis pies. Poco a poco me fui sintiendo más y más llena de vida, llena de energía y gozo. Otra vez esa infinita y deliciosa sensación de tener al mundo en tu mano y poder comértelo a puños.


Un poco más tarde nuestro profesor repartía a diestra y siniestra filtros para la cámara. Azul, amarillo, rojo, un lente curiosísimo con un hoyo enmedio, un polarizado. Nuestra tarea fue visitar el pueblo cercano y tomar fotos con y sin filtros; tejados, tiendas, el pequeño parque del pueblo, los rostros de la gente, un hombre en bicicleta fueron algunas de las tomas seleccionadas.

Rumbo a nuestro destino, y nuevamente experimentando la pericia del Chepo para cruzar la laguna, abordamos una combi, sin puerta; un enfrenón hubiera bastado para salir volando por ella. Una señora abordó la combi. Muy afable ella, nos venía dando santo y seña de la vida en el pueblo. Ese día era de tianguis, así que nos aconsejaba que comiéramos primero, que los locales de comida cerraban temprano. Todos escuchábamos muy atentos a su conversación.

Ya entrados en confianza, nos platicaba que iba a la venta de la tarde. En el piso se hallaba una tinaja con unos 50 pescados. Decía que su hijo se iba por las mañanas a pescar y los vendía en la tarde. No quiero ser una vieja inútil, decía, pero prefiero andar un rato con la venta a ser una carga para mi hijo y mi nuera. Así, nuestra interlocutora se despidió de nosotros llevando en su cabeza la tinaja y echando a andar en una calle semi desierta.


Curiosamente el chofer del transporte se interesó en nuestra conversación. El tema introductorio fue la tuba, bebida parecida al pulque elaborada de la pulpa de la palma. Nos platicaba de su sabor, que no debíamos pasar la oportunidad de probarla. Preguntamos por una tienda para comprar tuba, se detuvo, prometió esperarnos en lo que nosotros comprábamos un vaso y después nos llevaría hasta nuestro destino.

Entusiasmados con nuestra tuba, con la rica charla de la señora de los pescados y con el ánimo dispuesto a una buena sesión de fotos, llegamos al pueblo. Cámara en mano recorrimos el lugar por más de tres horas. Disfrutamos de una rica comida y volvimos al campamento.

La tarde iba cayendo, esperábamos llegar antes de que se terminara el atardecer pues los tonos violetas, naranjas y rojos que se apreciaban en el cielo, nos invitaban a tener otro encuentro de paz interior. Desgraciadamente, nos falló el cálculo. Llegamos justo cuando la noche caía sobre la arena.


Rápidamente nos despojamos de nuestras cosas y corrimos hacia la playa. Nuevamente se preparó la fogata, el ritmo de los tambores fue el llamado hacia ella. Ya reunidos, nuevas indicaciones se dieron para otra práctica, esta vez un tripié hizo su aparición. El cielo nos hizo justicia, cientos de estrellas nos daban la bienvenida y nos permitían impregnar con su belleza nuestro rollo fotográfico. La luna, poco a poco iba apareciendo entre las nubes, poco a poco su luz cubría nuestras cabezas.

Nuevamente la playa, la naturaleza, los planetas, todo se conjugaba para hacer de nuestra estancia una experiencia inolvidable. Dios es grande, Alá es grande, you name it. Pero una cosa es cierta, ese día mis plegarias de agradecimiento no alcanzaron a cubrir el espacio sideral que esa noche era mi cómplice junto a la arena.

Así pues, al día siguiente regresamos a casa, dejamos atrás nuestra tregua en el mar. Retomamos la vida rutinaria, llena de ires y venires, de causas y azares, como dice Silvio. Y con todo eso no puedo más que sentirme bendita por esta experiencia.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Primera vez que entro y me llevo una muy bonita experiencia de lectura y fotografica... estaba viendo todo...

Muy buena reseña...

Saludos
Nidia

Miss Neumann dijo...

No hay duda, las drogas destruyen!

la brava dijo...

Neceisto unas vacaciones como las tuyas, quiero perderme en una playa con palmeritas y beber cócteles y perderme en ese mar y esos paisajes, qué ganas de hacer un viaje así, y no tener que conformarme con fines de semana a lugares cercanos aunque sean bonitos.
Por cierto otra cosa que tengo pendiente es un curso de fotografía, mis fotos me salen desenfocadas, oscuras y es una pena que estropee un marco precioso haciendo una cagada de foto.

Zereth dijo...

Diableca, me gustó tu viaje con y sin sustancias extrañas vale la pena el recorrido que relataste.

Besos

RGalindez dijo...

Que buen viaje!!!. Me encantó la forma en como lo describes, tienes facilidad para transmitir lo que tus sentidos captan, y tus fotos bastante buenas. Felicidades.

Ha de ser una buena experiencia compartir un viaje contigo.

Pilar Nieto dijo...

Nidia: Bienvenida al blog. Espero pronto tu visita!

Gracias por las flores. Un beso

Miss Neumann: digamos que te dan cierta perspectiva de la vida.

La Brava: Las vacaciones prográmalas y el curso de foto... no te quedes con las ganas de nada... ese consejo me lo dió el pelón... te lo comparto!

Zereth: Gracias diableca y si, coincido contigo uno no necesita de viajes extrasensoriales causados por estupefacientes y anexos para vivir los propios.

RGalindez:Gracias por la visita y el piropo. Y lo de compartir los viajes... no estaría mal probar ¿cierto?

Saludos a todos y besos

Pily