lunes, 7 de marzo de 2011

Hayao Mizayaki

Cuando era niña, a mis días de infancia la acompañaron caricaturas que me hacían soñar despierta, estimulando mi imaginación a tal grado, que hoy en mis días de adulta, deseo fervientemente comer un tazón de arroz como los que comía Tom Sawyer o probar uno de los quesos preparados por el abuelito de Heidi.

La magia de las caricaturas japonesas, las de antaño, era increíble. Siempre me pregunté qué se sentiría andar descalza por la isla donde la familia Robinson permanecía mientras era rescatada, cuál sería el sabor del pescado cocinado en hojas sobre la fogata en la playa o simplemente, comer un trozo de la hogaza de pan recurrente en mis mangas japonesas favoritas.

El recuerdo de éstas me permite volver a esos días de felicidad, donde lo único que me preocupaba era vivir y seguir jugando. Hoy en día no es tan fácil hacerlo, cuando las angustias te vuelven hombre gris, como dice Ende, y te pierdes en el ruido de la gran ciudad y la cotidianidad de la vida adulta.

Sin embargo, las historias de hechiceros, brujos, animales fantásticos, viajes en el tiempo y lecciones de vida, siguen presentes y Hayao Mizayaki es el responsable de ello.

Mizayaki devuelve la fantasía del manga japonés a historias como Mi vecino Totoro, El Viaje de Chihiro y, mi favorita, El Castillo Vagabundo.

En esta última, las aventuras de Sofi y Hawl se ven recompensadas por el amor, un corazón noble y una familia un tanto bizarra. Así, el viaje del Castillo Vagabundo, sigue su curso pero nunca más como un solitario.

Para deleite de chicos y grandes, vuelven esas imágenes que te invitan a recrear un mundo fantástico, donde no es lo mismo respirar el salado aire del mar a inhalarlo directamente de aquella provincia donde Sofi y Matt buscan hacer las compras del día.

Gracias a este caricaturista japonés las buenas historias permanecen para las futuras generaciones, y para las presentes, vuelven los días de ensueño, los días de infancia de hoy en adelante permanecerán.

No hay comentarios.: