viernes, 13 de junio de 2008

Mendigando

Chunk! El sonido del reloj checador impimiendo las 14 horas en mi tarjeta indican que el día ha terminado. Estoy dispuesta a relajarme durante la tarde, en casa una película me espera.

El transporte hace de las suyas como siempre, le encanta jugar con mi tiempo...tengo más de media hora esperando y nada. Para colmo de males, el calor sube y la sombra de un par de ficus fue eliminada por quién sabe quién hace un par de semanas, lástima, habiendo tan pocos árboles y que los hayan mutilado.

Por fin hace aparición mi verde carroza. Tomo mi asiento y me dispongo a iniciar la meditación reglamentaria para que no me desespere durante el largo trayecto hacia mi hogar.

El primer semáforo trae consigo a un hombre de mediana edad, pantalón de mezclilla y camisa azul marino. Se sube al camión y con cara de amargura comienza a relatar su historia. Es padre de unos gemelos quienes desgraciadamente sufren de cáncer. Él se ha quedado sin trabajo y por consiguiente sus hijos sin servicio médico. Necesita ayuda económica pues sus pequeños van en la segunda ronda de quimioterapias. A pesar de encontrar apoyo en uno de los hospitales que está ubicado en Tlalpan, no le es suficiente para pagar el servicio que reciben sus hijos. En ese instante, su mano derecha urga el bolsillo de su pantalón. Con un poco de temblor en su mano muestra la fotografía de sus hijos. Dos regordetes bebés sentados sobre una cobija en un jardín. ¿De verdad serán ellos? me pregunto.

Poco a poco va pasando por todos los lugares esperando recibir una cooperación, solo algunos acceden a ello. La carroza verde se detiene y él desciende del camión.

Tristemente me dí cuenta que me he vuelto indolente ante este tipo de circunstancias. La verdad cada día me cuesta más creer en las historias mendigantes de la ciudad. Que si no es un deshauciado, es un funeral, que si no es una hernia, es un ex convicto tratando de reincorporarse a la sociedad. En fin, pretextos hay muchos sin embargo ¿cuántos de ellos son ciertos? ¿cuántos justos pagan por pecadores?

Muchas veces he estado tentada a preguntar por el caso en cuestión. Si le hace falta trabajo, por qué no decirle que yo le doy una chambita o lo recomiendo con alguien que sepa le hace falta ayuda, digo algo es algo.

Recuerdo la última vez que me decidí a donar unos centavos a un hombre que era guiado por su hijo en el metro. El papá del niño era "ciego" y con una canción pedía a cambio unas monedas. Mi buen corazón se hizo chiquito y aportó para su causa. Desgraciadamente para mí ¡Oh, ilusa!, el metro no avanzó hacia la siguiente estación y pude ver cómo el hombre se levantaba los lentes, contaba las monedas y con un zape le indicaba a su hijo por dónde caminar. Ya no se apoyó de su hombro, caminó junto a él.

Después del papá de los gemelos, recordé el ciego incidente. Volví a reafimar mi rotundo NO a los méndigos mendigos.

Sin embargo, hay cosas que hacen sentir al corazón reconfortado por hacer el bien, por dar y recibir caridad (no limosna). Desde ceder el asiento, llevar ropa a las casas hogar, hasta dar una simple dirección son actitudes que generan paz interior y gozo al alma. Bien dice el dicho, si un hombre te pide un pescado, enséñale a pescar.

2 comentarios:

Zereth dijo...

Nel, yo no doy un peso a nadie que me lo pida en la calle, a nadie le creo.

Es más, la falsa compasión pensando que ayudarás a alguien con unas monedas, es hacer permanente esa forma de vida. La gente no pide dinero por necesidad, pide por modus vivendi.

Mi generosidad existe, solo que la encauso de manera distinta y a mi manera de ver, de una forma más útil.

Besos

Antonio dijo...

Es triste que la gente comercie con los buenos sentimientos de la gente que tiene el buen corazón de ayudar... desgraciadamente, pagan justos por pecadores, pero como bien dices hay otras formas mas objetivas de ayudar...