miércoles, 4 de abril de 2012

Tiíta

Mi corazón no puede hacer otra cosa que irse despidiendo de ti poco a poco. Mi memoria se aferra a todos los recuerdos, a tu tono de voz, a tu alegría, a tu sonrisa y nobleza.

Queriendo enumerar aquellos momentos viene a mi memoria aquel día en el camellón cercano a casa de mis abuelos donde jugábamos con las bicicletas y yo terminé en el suelo gracias a una piedrita que se nos cruzó en el camino.

Luego recuerdo los días de travesura junto a mis primos cuando mi tío venia a casa a visitarte durante sus días de noviazgo y las risas de nosotros tras la puerta tratando de no ser descubiertos mientras ustedes intercambiaban miradas enamoradas.

El día de tu boda tu hermano me regañó al encontrarme en la cocina brindando por tu felicidad. La verdad es que solo jugaba pero mi tío tenía sus cinco minutos de nervios y mis bromas no le parecieron. Aún así celebramos y la sonrisa de tu cara no la borraba nada.

Los días que pasé en tu casa durante mis vacaciones eran divertidas pues te encargabas de hacernos reír a mi hermana y a mí consintiéndonos de lo lindo. Realmente voy a extrañar tu compañía, las veces que veíamos novelas tiradas en la sala y tus fabulosas salsas. No he probado una parecida. De verdad te llevaste el secreto y el sazón.

Te agradezco tus palabras cuando anduve cabizbaja, tu risa que llenaba de luz a quienes te rodeaban, tu abrazo, y la sinceridad de tus palabras que llegaban a lo más hondo del alma.

Tía de mi corazón, tiíta linda. Ya cerraste tus ojos, duerme tranquila que habrá un mañana y nos volveremos a ver.

Te quiero.

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