jueves, 15 de octubre de 2015

Tortugas

De unos años para acá, los medios se han llenado de notas y publicaciones referentes a la conservación del medio ambiente y la protección de la fauna. La adopción de perros y gatos, los movimientos de Greenpeace y los derechos de los animales son temas recurrentes en nuestro día a día.

Hace unas semanas tuve la oportunidad de viajar a Campeche por primera vez. Como parte de este viaje se incluía la liberación de tortugas. Tanto he leído sobre estos grupos que se dedican a protegerlas y el arduo trabajo que representa la lucha por conservarlas que me parecía maravilloso ser parte de un momento tan especial. 

La tarde iba cayendo. Ya en la playa nos reunimos con las personas encargadas de llevar a cabo la dinámica. Nos hablaron de su trabajo, de sus fuerzas y debilidades y nos presentaron a las pequeñas que serían liberadas.

Poco más de doscientas tortugas de unos días de nacidas se agolpaban en las cubetas que se usaban como contenedores para transportarlas. Pequeñas, de caparazón suave y llenas de vida trataban de escapar. Sus aletas las movían con la fuerza que sus cuerpos les permitía. 

Éramos un grupo pequeño, poco más de 20 personas entre niños y adultos. ¡No tomen fotos con flash!, nos advirtieron. La luz las ciega y las atonta de tal manera que pierden el sentido de orientación y no logran llegar al mar. Tampoco las ayuden, sólo colóquenlas en la arena y ellas harán el resto, nos indicaban. 

Hasta aquí todo parecía fácil y maravilloso. Al recibir a mi tortuga el corazón se me partió. La pequeña luchaba con todas sus fuerzas por salirse de mis manos. Huelen el mar por eso luchan, es parte de su naturaleza, me explicaban. 

La tomé del caparazón pues la simple sensación de sus aletas sobre mis manos me ponía nerviosa, era como tener a un bebé recién nacido y no saber cómo cargarlo. 

La miré, su cuerpo se movía rapidísimo sin saber qué era lo que le sucedía, sin entender por qué estando tan cerca del mar no podía llegar a él. Me sentí tan mal, tan ajena a ese momento, como si yo misma en lugar de ayudar a su "conservación" fuera una barrera en el ciclo de la vida. 

Coloqué a la tortuga sobre la arena y con los últimos rayos del sol la despedí. 

Miré a mi alrededor y los allí reunidos estaban felices, maravillados de ver cómo las tortugas bebés corrían al mar. Junto a mi algunas rezagadas parecían inertes. ¡No se mueven, éstas tortugas están muertas!, alguien gritó. Rápidamente uno de los ambientalistas corrió hacia nosotros y las revisó. En efecto, ellas habían sido las últimas tortugas de la cubeta en donde las transportaron; no sobrevivieron. 

Después de verlas nadando mar adentro, me pregunté qué tanto bien le hacemos a nuestro ecosistema con acciones como ésta. Al final del día nosotros también somos depredadores. Y aunque no demerito el esfuerzo de la gente que se dedica al cuidado de la tortuga carey, el hecho de interrumpir de esa forma la llegada de la tortuga al mar me parece irónico. 

Por un lado se busca aumentar la población de la especie, sin embargo dadas las limitantes económicas con que cuentan estos grupos ambientalistas, las oportunidades de sobrevivir son "limitadas". Probablemente la tasa de supervivencia sea mucho más alta que si se dejara seguir el curso normal de desove y nacimiento de la tortuga carey, aún así me preguntó hasta dónde nos es permitido formar parte de ello.

Para mi no fue una buena experiencia muy a mi pesar no disfruté el momento. La sensación de sentirme invasora, incluso con un poder tan grande como para interrumpir a la vida pudo más que la emoción colectiva. 

Y no quiero sonar extremista. Creo en el equilibrio, celebro las ganas de la gente para fomentar conciencia entre la población en pro de nuestro planeta. Sin embargo me quedo con una frase de la película Life of Mitty que engloba mi sentir: algunas cosas en la vida son tan hermosas que vale la pena (simplemente) mirarlas.




2 comentarios:

LadoGe dijo...

Hola!! que bueno leerte nuevamente :-)
Fíjate que mientras te leía iba sintiendo lo mismo que describías, es como una interrupción de su proceso natural "ayudarles" aunque tengo entendido que se interfiere para evitar los saqueos de los que trafican con la especie, así que no se hasta que punto sea sano, lo mejor sería que todo fuera natural pero ya pocas cosas lo son...

Pilar Nieto dijo...

Así es, pocas cosas son naturales ya.

Gracias por pasar por aquí!