miércoles, 17 de septiembre de 2008

Toda una Diva

Al llegar a casa de mi abuela, y después del acostumbrado "traqueteo" como saludo inicial, le pregunté donde estaba mi abuelo, Se está bañando me respondió.

Mi hermana llegó unos minutos después y una visita inesperada también. Eran casi las 6:30 cuando mi abuela comenzó a alistarse para el evento. Tu abuelo desde temprano comenzó a arreglarse, está muy emocionado con lo de hoy. No era para menos, compramos los boletos hacía ya 4 meses.

Después de cruzar la ciudad con el típico tráfico de viernes de quincena y previo a un puente, llegamos al Auditorio Nacional. La gente vestía sino sus mejores galas, por lo menos decentemente para el concierto. Comento eso pues me he percatado que a eventos culturales la gente ha perdido las ganas de lucir bien, tal pareciera como si estos eventos hubieran perdido su glamour como para vestir igual que siempre.

Con todo y lluvia pudimos llegar a buena hora al lugar. Mi abuelo veía entusiasmado el Auditorio, Es grandísimo, me decía. ¿No habías venido aquí?, No hija, he pasado por fuera pero nunca había entrado. Está muy bonito. El corazón se me hizo chiquito. A sus ochenta y tantos era la primera vez que asistía a un evento en ese lugar. Ojalá que el espectáculo no lo defraude.

Mi abuela emocionada, mi mamá ni se diga. Incluso el amor que tengo con todo y su espalda adolorida se mostraba gustoso. No era Ennio Morricone o la ópera Carmen. El elegido fue alguien más popular, alguien al que sin duda, debe escucharse en vivo una vez en la vida.

El Divo de Juárez arrancó aplausos desde que su basta figura aparecía en el escenario. Los coros, los músicos, la mesa con agua al centro del mismo, todo dispuesto a una noche que prometía levantarnos un par de veces de los asientos.

La velada transcurría y las sorpresas aparecían. Una canción interpretada hace unos años por Cristian Castro era otra en la voz de Juan Gabriel y sus arreglos. Las canciones de Jose Alfredo y de su adorada Rocío Durcal formaron parte del momento emotivo del show, el patrio fue cuando más de 60 mariachis aparecieron por todos lados del auditorio haciéndonos sentir más mexicanos que nunca. Uno no puede evitarlo, llevamos a México en la piel.

Los aplausos ante cualquier indicio de baile por parte de la diva eran abrumadores. No es por nada, el tipo sabe venderse y muy bien. Mejor que ir a ver a un stripper, apenas y se sube un poco el pantalón para mostrar su tobillo y pareciera como si se hubiese desnudado en un santiamén. Ah pero eso sí, no aprende, sigue dando show al filo del escenario. Varias veces pedía al cielo Que no se caiga la muñeca, que no se caiga la muñeca.

La nota mala la dieron unos tíos que según cantan, Mazapán se hacen llamar. Ellos hicieron una aparición especial pues participan en un disco titulado Yo Amo al Divo de Juárez en el cuál interpretan No Tengo Dinero.

Para empezar, el vocalista tiene nombre de payaso, Pepepez, en segunda lo que ellos hacen no es música y por si faltara, cuando cantaron al lado de Juanga no entonaban ni en Do. Gracias a Dios fue momentanea su participación y fugaces en la memoria de los asistentes.

Me encantaba voltear a mi derecha y encontrarme a mi abuelo cantando, a mi hermana haciendo lo propio y a mi abuela agitando en alto el pañuelo blanco que nos entregaron minutos antes del concierto.

Llegó el momento del baile y mis adorados viejos se levantaron a acompañarlo, a aplaudirlo, a gozarlo y yo a ellos.

Tres horas y media fueron las que nos divirtió. En ese tiempo descubrí cuán feliz me hace ver a mis abuelos sonreír a pesar que la media noche nos alcanzó al llegar a casa.

Me divertí como nunca, Juanga no me defraudó. Un concierto más para borrar de mi lista.

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