viernes, 8 de mayo de 2009

Aduana

Al momento de viajar nunca pienso en las fronteras, en la barrera del idioma, en las aduanas. Para mí, el simple papel burocrático pasa a segundo plano cuando llevo los sentidos a flor de piel, cuando deseo conservar cada momento de esta nueva oportunidad más vivo que nunca, cuando no uso mi cabeza sino para obligar a mi cerebro a colgarse de la memoria fotográfica en ese momento.

Todo es color de rosa. La compañía, las charlas, la comida en el avión, las espectativas hechas y desechas una y otra vez en mi cabeza. En fin, bajo del avión y llego hasta la aduana. Seguro el ambiente festivo se me nota. La sonrisa no se puede evitar. Espero que mi ánimo se contagie al oficial que pide mi pasaporte.

¿Cuántas veces ha venido aquí? ¿A qué se dedica en su país de origen? ¿Cuánto gana? ¿Es soltera o casada? ¿Tiene hijos? ¿Vive en casa propia o rentada?... un sinfin de preguntas se agolpan en la garganta de quien me interroga dejándome con la sensación de ser un peligro para la comunidad en vez de una simple turista.

Calma, piensa y contesta lo que se te pide. Está haciendo su trabajo, además recuerda que en este país no piden visa y por ello tratan de ser precavidos con la gente que ingresa. Respira hondo y escucha con atención. Mi mente trata de convencerme; la verdad es que un poco de ira se está conteniendo en mi garganta, el tipo me trata con la punta del pie.

¿Por qué viaja sola? ¿Con quién vive en su país? ¿Tiene conocidos aquí? ¿Cuánto dinero lleva en sus bolsillos? ¿Si viaja con amigos, por qué no vienen juntos? ¿Por qué compró su boleto con tan poca anticipación? ¿La persona que la acompaña, desde cuándo la conoce? ¿Cómo se llama el lugar en donde se quedará? ¿Debe usted dinero? ¿Tiene intenciones de quedarse aquí? ¿Quisiera trabajar aquí? ¿Qué hará mientras llega la persona que está esperando? ¿Dejará el aeropuerto?... Dios mío!!! Sólo falta que llamen a mi casa para preguntar si soy hija de mi mamá.

Había estudiado a la gente que pasó por la aduana antes que yo. En mi vuelo venía una familia entera, tres jornaleros que desde casa traían sus papeles en regla para trabajar, una señora de facha muy humilde que viajaba con dos niños pequeños y que no hablaba ni bien el español, un joven de no más de 25 años y finalmente nosotras. L'apharteid comenzó desde ellos.

A la familia solo 3 preguntas y se fueron con su sello en el pasaporte, los tres jornaleros fueron revisados exhaustivamente e incluso se les ordenó quitarse los zapatos y entregar todo el efectivo que llevaran en el momento en que los entrevistaban. Poco después, los condujeron a otra área del aeropuerto donde no los volvimos a ver.

La mujer humilde y sus pequeños estaban en otro escritorio en donde una traductora les hacía las preguntas rutinarias. La mujer dijo que su marido era jornalero y que ella había viajado hasta allá con el dinero que él le había enviado para que sus hijos lo vieran, que ella no pensaba quedarse pues no tenía papeles para trabajar y mucho menos sus hijos, ellos sólo querían ver a su papá. Las oficiales la interrogaron a más no poder y en inglés, comentaron que no sabían qué hacer con la mujer pues el viaje les resultaba de lo más extraño. Finalmente y después de comentarlo decidieron regresarla a México. Su presencia dejaba mucho qué pensar por los antecedentes que había relatado. A ella y a sus pequeños la sentaron en la sala de espera mientras tramitaban todo para su regreso, ella no llamó a su marido durante el tiempo que yo estuve allí.

Mi acompañante pasó a la ventanilla 5, yo a la 7 y en la 6 estaba un chico que viajaba sólo. En un abrir y cerrar de ojos, mi acompañante salió victoriosa con su sello. Se encaminó a la salida y me esperaba en la puerta. En cambio el chico y yo estuvimos allí poco más de 20 minutos.

Mientras el oficial buscaba y buscaba en su mente qué otra pregunta soltarme, el chico dijo no hablar inglés y narró su experiencia. Era la primera vez que visitaba el país, su madre cada año les regala vacaciones a él y sus hermanos y este año escogió un viaje internacional. Ya tenía hecha la reservación de hotel pero no traía efectivo, sólo contaba con una cuenta de cheques en la que su madre, durante las dos semanas que él planeaba estar en el país, le sería depositado una cierta cantidad para solventar sus gastos. No conocía a nadie en el lugar y en México es estudiante.

Las oficiales, necesitó traductora, se miraban una a la otra y en inglés comentaron que él no era una persona fiable para visitar el país. Una gran atenuante era su falta de conocimiento del idioma. Al parecer todo indicaba que el chico podría tener intenciones de quedarse a trabajar o a estudiar. Sin más ni más, le dijeron que era persona non grata para el país y que se elaboraría un expediente donde quedaría fichado para que, la próxima vez que regresara, se le tratara con mayor cuidado pues no había motivos para permitirle la entrada. Él se defendía diciendo que podía llamar a su casa en ese momento para que hablaran con su mamá pues sentía que el problema era que no traía dinero. Quería que hablaran con ella para que les explicara cuánto dinero tendría para sus gastos y demás. Con un rotundo NO, le apartaron del módulo y lo regresaron a México.

A estas alturas, yo ya sentía que la sangre había dejado mi cuerpo. En un momento mil ideas se cruzaban en mi mente: Me van a regresar, a mí también me van a decir lo mismo, el pelón este nomás se me queda viendo raro y no deja de preguntarse cosas, hace llamadas y busca quién sabe qué en su pantalla, no entiendo qué necesita... más claro ni el agua, no me pienso quedar más tiempo del planeado... El oficial se dirigió a la mampara 5 y corroboró datos con su compañera, finalmente me dijo... ahora entiendo muchas cosas y me puso mi sello. Bienvenida, se despidió sin mirarme a los ojos y esperando al siguiente pasajero.

Sin más, tomé mi pasaporte, alcancé a mi acompañante e intercambiamos experiencias. A mí nomás me pidieron el pasaporte y les mostré mi tarjeta de crédito y listo, no hubo más preguntas, me platicó. A mí, un viacrucis y casi casi termino en conflicto internacional.

La primera vez que viajé al extranjero, me preguntaron el por qué de mi viaje y cuántos días permanecería en el lugar. Nunca hubo tanta desconfianza ni malos tratos. Con todo y que uno sea non grato, vaya hay niveles de educación... Por eso adoro a los europeos.

Con tan mal sabor de boca, no me quedaron ganas de volver a pisar su país... o por lo menos no visitar ese estado. Si decido volver lo primero que haré será mostrar mis tarjetas de crédito y portarme petulante... Ah pero no vinieran a mi tierra, porque hasta alfombra roja les ponen. Definitivamente no es un mundo justo.

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