miércoles, 20 de mayo de 2009

Miedo

Después de la alarma emitida por el Secretario de Salud, el hospital se volvió un pandemonium. Muchísimas preguntas todavía sin respuesta y el miedo a flor de piel. La información se daba a cuentagotas mientras que en los noticiarios de todo el país difundían la noticia: La Influenza amenazaba nuestra salud.

Ese día el director había ido a una junta con el Secretario de Salud y el jefe de urgencias del hospital. Este último nos había prometido un mensaje por celular para saber cuál era la dimensión del problema que enfrentaríamos, eso nunca ocurrió.

Era alrededor de la una de la tarde cuando, con la cara más blanca que el papel y las manos temblorosas, el director nos convocó a una junta en donde dió parte de los pormenores de la epidemia y de cuáles serían las medidas a tomarse en nuestro hospitalito. Con todo y que se explicaba la forma de contagio del virus, todos nos mirabamos como si ya estuvieramos contagiados.

La primera medida dotar de cubrebocas y vacuna a todos los médicos, enfermeras y personal administrativo que tuviera el primer contacto con el paciente.

Conforme avanzaba la junta el rango de edad de defunciones me paralizó, los jóvenes están muriendo, dijo el director. Y de pronto me sentí con ganas de correr, de volar a algún lugar donde yo fuera inalcanzable, mi lugar especial donde el miedo no me alcanzara y me mantuviera a salvo de la enfermedad. No era así.

Después vinieron los ajustes laborales. No habría rol de personal hasta nuevo aviso. Eso todavía me puso peor. Recibí una vacuna que no era de la cepa correcta, estaba en el rango de edad de las defunciones y encima me tenía que quedar en el área de Urgencias sabiendo que en cualquier momento llegaría un paciente enfermo.

Y no me equivoqué, un par de días después llegó el primer caso sospechoso. Una mujer con un cuadro de fiebre y dolor de cabeza y cuerpo.

Su marido la acompañaba; él se acercó hasta donde estaba yo y me pidió que la revisaran. Me indicó su sintomatología y como en automático, quise no respirar para evitar el contagio. Con todo y todo (guantes, lentes, uniforme especial, etc) nadie quería hacerse cargo de atender a la paciente, incluso para tomarle la presión y la temperatura, hubo que convencernos de que no pasaría nada.

El miedo imperó durante la época fuerte de la epidemia y la información surtió otro efecto, en lugar de ayudarnos a tranquilizarnos en cuanto a formas de contagio, nos aumentó el pánico y desear vivir en una burbuja de cristal dentro y fuera de nuestro lugar de trabajo.

Tres casos son los que se han presentado hasta el momento. Las medidas siguen al cien y el pánico ha disminuído un poco. Eso sí, la guardia no se ha bajado ni un instante... Espero que pronto termine este caos.


¿y a tí cómo te fue?

3 comentarios:

Cl@udette dijo...

Pues aunque por aca nos llego la alarma, no fue tan estresante como en otros lugares, aunque eso si no dejamos de tomar nuestras debidas precauciones...y aunque aun no cesa el peligro, creo que ya es necesario que retomemos nuestra rutina y mantengamos las medidas recomendadas ;)

Saludos

Zereth dijo...

Mucho del miedo, se debe a la escasa información, en general, como población somos muy propensos a alarmarnos, porque ignoramos o desdeñamos las precauciones y las nociones básicas de higiene. Por supuesto que el peligro es latente, no solo con éste virus, sino con otro tipo de microorganismos, con los que convivimos y tenemos que aprender a relacionarnos, sin pánico, procurar informarnos y no dejarnos contagiar por la histeria colectiva.


Besos

Unknown dijo...

Equilibrio ante todo.

Con tanta información a nuestro alcance es muy fácil caer en los dos polos y conseguir listas enormes de síntomas y remedios que nos pueden matar de miedo, tanto como el desdeñar las medidas de precaución y pensar en que a mí no me va a dar.

The fear is the path to the dark side . Yoda