lunes, 1 de junio de 2009

Boda de Pueblo

Tepetlaoxtoc es una pequeña población que está ubicada a 40 minutos del municipio de Texcoco en el Estado de México.
La iglesia que forma parte del pequeño centro del lugar, fue escenario para la película "El Crimen del Padre Amaro", en esta ocasión también lo fue para la Diplowedding. Un evento del cual veníamos hablando por poco más de 2 meses en los que la rápida organización de la novia, nos dejó asombrados y aún más cuando llegamos a la fiesta.

Con todo el glamour que habíamos designado para ese día, Wamba, Paulin, Hugo y yo nos dirigimos hasta el poblado sin contar con el intenso calor que ese día hizo que el peinado de salón nos durara 15 minutos.

Al llegar al lugar tuvimos tiempo de aprovecharnos del atrio de la iglesia pues con una hora de anticipación, casi nos dió tiempo de arreglar hasta la alfombra roja. Una foto aquí, una foto allá, la representación del "Bendito" (canto entonado por la mujer de voz rasposa en la película) me aventé... en fin, dí show a mis acompañantes.

La hora se avecinaba y la gente comenzó a llegar. Al subir la escalera, nos encontramos con José, el "groom to be" más nervioso que nada. La mano le temblaba, le sudaba y no soltaba el teléfono pues su amada no aparecía. Todavía era buena hora, pero a él ya se le cocían las habas.

Finalmente la novia llegó. Seguida de su cortejo y del brazo de su hermano quien la entregaría en el altar. Poco a poco la gente se arremolinó detrás de los novios para armar el cortejo y poder entrar a la iglesia pues la ceremonia estaba por iniciar.

La iglesia es preciosa. El coro cantó junto a ellos, y la estrella de la cámara fue el papá de una de nuestras profesoras del diplomado, el señor Rafael Castellanos, quien es fotógrafo profesional, se lució haciendo gala de su don. Click aquí, click allá... de repente se suponía llegaba la hora donde preguntan si acaso hay algún impedimento... pues no... esa parte se omitió.

Lo que sí llegó fue un espontáneo. Haciendo gala de su peludo cuerpo y sus escasos kilos, un perro entró por la puerta grande, husmeó en toda la alfombra y decidió echarse la siesta de la tarde justo enmedio del pasillo, a unos cuantos metros de los novios. Vaya usted a saber de quién era ese perro, lo que sí es que arrancó muchas risitas de los asistentes así como flashes para recordar tan simpática desición. Eso sí, nomás escuchó a los de su especie afuera de la iglesia, y se despertó para ir a buscarlos.

Las bodas de pueblo se caracterizan por ser multitudinarias y esta no fue la excepción. La novia calculaba llegar a las 1200 personas... le falló, llegaron 1500. Y uno puede preguntarse, cómo es posible atender a tanta gente... Muy sencillo, aquí lo que sobra es organización y manos que trabajan.

La familia del novio está acostumbrada a servir tandas de gente. Cuando nosotros llegamos al lugar de la recepción, las mesas se llenaron, comieron, disfrutaron. Al terminar, desocupaban la mesa y nuevamente se volvía a llenar con la gente que arribaba más tarde. Nunca ví una mesa vacía, en ningún momento alguien que esperara de pie por un asiento.

La gente sabe cuándo tiene qué llegar, a quienes se les sirve primero y el que no ayuda, no estorba o de plano ayuda en la cocina. La barbacoa, las aguas frescas, los tlacoyos de frijol y haba así como los nopalitos nunca faltaron en la boca de los comensales. Una interesante lección: organización.

Unas horas después el inmenso pastel hizo su aparición. Si acá en las bodas dan una raquítica ración de pastel, de esas que con un suspiro se terminan, bueno... acá no podía suceder eso y mucho menos con la cantidad de gente que esperaban. El inmenso pastel fue armado piso por piso en la mesa que destinaron para ello.
Poco a poco, los ayudantes del pastelero armaron los cuatro pisos del pastel coronándolo con una sencilla figura de azucar representativa de los novios. Lástima, era de guayaba con queso y no lo probé.
Para mi desgracia (o fortuna como quiera verlo), salir de Tepetla no es tan sencillo así que una alma caritativa se ofreció a llevarnos de regreso a la ciudad. Claro, teníamos qué respetar el horario que se había impuesto para la salida y por más que quisimos alargar nuestra estancia, ni al baile llegamos. Ni pastel, ni ramo, ni baile ni nada para mí en esta ocasión... Ya será para la siguiente.

Eso sí... A la otra me pido un taxi, me busco un chofer o de plano... me aguanto a que el sol acompañe mis pasos con tal de no perderme ningún detalle como me sucedió con ellos.

1 comentario:

Mayra Esperanza Martínez Salvador dijo...

También faltó que la novia escribiera tu nombre en un papel y lo metiera en su zapato... ja, ja, ja.

Nos hubieramos puesto de acuerdo y nos quedabamos... hasta al recalentado del día siguiente... será pa'la próxima...