lunes, 25 de enero de 2010

Una por Haití

Cuando la palabra "Desastre Natural" llega a nuestros oídos, inmediatamente los medios nos remontan al terremoto del 85 sufrido en nuestro país. Sin embargo, los movimientos telúricos no es lo único que ha aquejado a los habitantes de nuestro país, también los huracanes, las tremendas nevadas, entre otras cosas.

Pero es difícil sentirse realmente conmovido por las tragedias de otros. Aún cuando el sentimentalismo/patriotismo/amarillismo exhibido por los medios nos taladra el cerebro con imágenes tristísimas acompañados de los lamentos de aquellos en desgracia, es poco probable que nuestro corazón se vea conmovido por un espacio de varios días o que incluso nos anime a hacer algo en pro de ellos.

Sin embargo, el panorama cambia cuando alguien cercano a tí, alguien que cruzó palabras contigo, o simplemente su sola presencia dejó un poco de sí en tu memoria, es parte de las estadísticas.

Hace unas cuantas semanas una pareja de jóvenes esposos, procedentes de Haití, llegó al hospital. Con la emoción y los nervios esperaban la emoción de su primogénito.

Entre los doctores, enfermeras, etc. además de la entrevista de rutina, tuvimos la oportunidad de platicar un poco más con ellos y todo gracias a que en el transfer de la sala de urgencias al quirófano, había que esperar a que saliera una paciente.

Ella nos platicaba de la vida en Haití, del por qué decidieron venir a México, de sus respectivas familias y de las esperanzas que ellos representaban así como de sus ilusiones.

La plática duró poco pero nos despedimos de la futura mamá con un bon chance. A la semana siguiente la tragedia abatió su país natal.

No he podido dejar de pensar en ellos, en sus familias y de verdad espero que sigan vivos.

Ahora viene lo cuestionable ¿qué hacer? ¿donaciones en especie, oraciones? Todo es válido. Aún cuando el día parezca gris y la montaña de escombros interminable.

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