jueves, 28 de enero de 2010

All Inclusive

Desde el mismo instante en que uno planea vacaciones, es recomendable y utílisimo escoger el tipo de viaje que se desea tener. Hoy en día, las opciones turísticas se vuelven de lo más variado. Los hay desde lunamieleros, de fin de semana, de aventura, ecológicos, de salud y los All Inclusive.

A mí me tocó sugerir y yo escogí el último. Ya lo traía en mente: mi cuerpo apapachado a más no poder, sintiendo en mi piel la brisa del mar y cual ama y señora del lugar, con sólo levantar un dedo conseguiría lo que quisiera. ¡Oh sí! Yo me lo merezco, ¡cómo no! y, en esta ocasión el bolsillo secundó el deseo.

El destino fue Huatulco. Sol, arena, tranquilas y cristalinas aguas... en fin, un paraíso en el cual el buen clima se disfruta 364 días. Claro, nada es perfecto sin embargo este lugar podría llamarse así.

Después de media hora de vuelo, arribamos a nuestro destino en donde nos esperaba un autobús que nos transportaría a los diferentes hoteles que las bahías de Huatulco ofrece. El nuestro se encuentra en la Bahía de Tangolunda.

Al llegar un empleado del hotel nos recibió con toallas faciales húmedas y nos indicó el camino hacia los escritorios de recepción. Al dar unos cuantos pasos, nos esperaba alguien más con una charola de vino espumoso y cocteles de bienvenida. Mientras tanto, el botones acomodaba las maletas en un carrito. -No se preocupen, sus maletas serán llevadas a su habitación en unos minutos. Pasen refrésquense y tomen asiento, nos indicó el concierge.

Llevábamos 5 minutos en el lugar y ya me sentía como reina. Después del obligado "check in" nos entregaron la llave de nuestra habitación y el manual de bienvenida del hotel así como el itinerario de actividades a realizarse por la tarde en las instalaciones.

Al llegar a la habitación lo primero que hice fue leer el manual. Algunas veces, los hoteles all inclusive tienen algunas restricciones y la verdad, no quería que al salir me entregaran un cuentón extra por haber consumido cosas que no incluían mi paquete. Leí aquí, leí allá, todo parecía estar bajo control y nada, NADA estaba prohibido. ¿Una cena formal a mitad de la noche? Es posible, sólo llame al room service. ¿Unas papas a la francesa nomás por puro antojo? Es posible, sólo llame al room service... Ahora sí, que comience la diversión.

Desde las 7 de la mañana había actividades: acuaerobics, spinning, yoga al amanecer, noches temáticas, incluso un par de bodas al atardecer fueron parte de nuestra experiencia.

La comida, está por demás decirlo, fue variadísma. Todo un tour gastronómico internacional.

Los días se van como agua, las noches se vuelven eternas justo para darle al cuerpo el descanso que le es arrebatado con el ritmo de la gran ciudad. El único pero es que es fácil acostumbrarse a la gran vida.

Al regresar a la ciudad, todavía me quedaron un par de días de asueto antes de volver al trabajo. Al despertar, ya en mi cama, ya en mi casa. El frío me caló los huesos. Me volví a tapar y pude sentir el calor de mi lecho. Lástima, nada se compara a los abrazos del sol a la orilla del mar.

1 comentario:

Zereth dijo...

No me llevaste!!!!

:(

Jaja pero me alegra que se hayan consentido de lo lindo por esas arenas y aguas.

Besos