miércoles, 29 de diciembre de 2010

Fin de año

Al llegarse esta fecha uno no puede evitar ponerse reflexivo, balancear los trescientos sesenta y tantos días previos y proponerse mejorar en todos los aspectos para el siguiente ciclo.

Yo ya me cansé. Soy de las personas que se ponen a hacer listas de proyectos, sueños guajiros, etc. hasta el grado de usar, según, la psicología inversa. No, definitivamente los propósitos de año nuevo me están prohibidos.

Todo es cuestión de perseverancia, dirás. Sin embargo, muchas veces a uno se le olvida esa palabra mágica y da por terminada toda relación con el propósito en cuestión, sobretodo, si los resultados no son ipsofactos.En fin.

Hace unos días leí una editorial que me llamó la atención. No recuerdo a la letra lo que decía pero sí el propósito de ella. Hablaba precisamente de los propósitos no cumplidos durante el año, de lo vanales que somos al querer/pedir bajar de peso, tener más dinero, etc. Lo importante en realidad era fijarse objetivos reales como llamar a un amigo por teléfono a la semana, visitar a un pariente una vez al mes, comer más frutas y verduras en cada alimento. Cosas no tan difíciles y que llenan el corazón de esa paz que se busca, sin querer, en cosas materiales.

¿Suena bastante bien, no? Finalmente el ser humano busca estar bien consigo mismo. Un cambio de actitud el cuál se va llevando día a día. Puede resultar repetitivo pero hasta que a uno no le cae el veinte, se da cuenta de que las pequeñas cosas hechas con esfuerzo y dedicación, son las que valen la pena en realidad.

Este año me dedicaré a eso, a vivir un día a la vez. Cada mañana pensaré en el cúmulo de posibilidades; cambiaré mi actitud y estoy segura que me llevará por buen camino.

Ah! Pero, adelantando el pronóstico y la mala suerte de las 12 campanadas, lo haré desde hoy.

Total, si voy a hacer dieta, salir a correr, ponerme más bella, etc... qué caso tiene dejar para mañana lo que puedo empezar desde hoy.
Felices fiestas!

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