martes, 26 de julio de 2011

Mi nombre

Ahora que el año del conejo está haciendo de las suyas a diestra y siniestra entre mis amistades, la elección del nombre para el futuro mexicano/a se vuelve parte fundamental de la dulce espera. Aquel dato identificador podrá marcarlo para bien o para mal el resto de su vida.

Recuerdo cuando DemasiadoEgo pasó por ese proceso. Y bueno, sale a colación porque fue el último embarazo que viví tan de cerca y por el cual me siento afortunada de ver a la peque más linda del mundo crecer día a día.

El caso es, que en relación a la elección del nombre hay qué buscar muy bien y considerar ciertos puntos: Si rima con los apellidos, si el diminutivo no resulta motivo de traumas futuros o potenciales víctimas del bullying, etc. Pero siempre buscando el bien del hijo en cuestión.

Aunque también hay historias truculentas cuando de otorgar identidad se trata. Como la mía, por ejemplo, que ostento el nombre de un viejo amor.

Así es, querido lector. Mi llegada a este mundo le recordó a mi padre la primera vez que su joven corazón conoció el amor. Y en ese momento decidió que su primera hija llevaría el nombre de aquella muchacha.

Pero no sólo era el recuerdo lo que lo motivó a la elección. Resulta que la doncella se apellidaba igual que él, entonces pues así mucho trabajo que digamos para buscar algo que rime en conjunto no le costó. Y aquí entro yo a pagar los platos rotos.

Fue motivo de peleas porque mi mamá buscaba un nombre que sonara dulce al pronunciarlo, que equiparara a mi persona... Bueno sí, me quería llamar Dulce. Lo cierto es que yo no soy nada dulce y mi personalidad no es tan azucarada. Luego pensó en nombrarme Abril pero ni al caso con quien soy ahora, no soy la primavera en todo su esplendor además nací en temporada de lluvias. Así que no hubo de otra mas que aceptar el nombre del primer amor de mi padre.

Y allí comenzó el sufrimiento. En la primaria de María no me bajaban. Digo, sí es mi primer nombre pero por qué ser tan despectivos. Y a eso agregue usted el look con trenzas que adornaban mi cabeza, estaba frita.

Con el correr de los años uno se hace de su caparazón y encuentra el humor de llamarse como el estereotipo mexicano femenino. 'Todas somos Marías', dice una amiga cuya rara costumbre es anteponer ese nombre a cualquier mujer, se llame o no así.

Hoy en día mi nombre no me causa ningún complejo. Me acepto víctima de un desliz mental de mi padre pero le agradezco su elección.

Según mi visión particular, mi nombre me ha dado fortaleza y he sido fuente de apoyo para otras personas. Vaya, algo bueno forjó en mí.

Lo cierto es que si en algún momento la vida me permite engendrar, espero que mis hijos no escriban un post-saca-traumas como este y que se sientan lo más cómodo posible con su identidad. Ahora que si de plano fue demasiado fuerte el momentus brutus, pues que se cambien el nombre, que por libre albedrío no paramos. He dicho.

Post dedicado a la llegada de los pequeños milagros de quienes forman parte de mi vida.
Enviado desde mi oficina móvil BlackBerry® de Telcel

3 comentarios:

M. Nelly dijo...

Tu nombre dice mucho.. solo se que en los mejores momentos Adso.. se hace presente !! :P

Zereth dijo...

Distintas percepciones, yo creo que tienes el nombre justo. Es más, estoy convencida de que es la persona quien le da el carácter/relevancia/ a su nombre.

Justo es también decir que hay que evitar las cacofonías que se producen involuntariamente con los apellidos y que convierten en víctima de burlas al portador.

Pilarica, o Ma. del Pilar, tiene fuerza y soporte.

Un abrazo para ti

isabella dijo...

Pienso que ha sido todo un proceso aceptar el "nombre" otorgado, además estoy convencida que con el tiempo uno se va adueñando de él, impregnándolo con nuestra personalidad, con experiencias, con nuestros traumas, temores, pasión y con la inmensa valentía que se requiere para vivir.

Ademas el tema del significado simbólico con el que de por si ya cuenta el nombre.

El tuyo en particular lleva la carga del famoso culto mariano, ya sabrás la representación de lo femenino y; el asunto de encarnar, en el plano de lo real, el soporte de tantos que, como que no queriendo la cosa, nos vamos tomando de ti para mantenernos en pie.

Yo le dí dos opciones a mi nena, pensé en aquello que argumentas y al final, como diría Freud, hice lo que hice y aún así me salió mal, le he adjudicado un nombre muy largo, a ver qué me reclaman en el futuro, aunque a mi me sigue encantando su nombre.

Te quiero.

P.D. He dicho¡! (ja ja ja ja)