viernes, 8 de julio de 2011

Sala de Belleza Emily

El portón negro de aquella casa sigue siendo testigo fiel de los ires y venires de las señoras de la colonia. La pequeña ventana que enmarca el lugar, hoy se abre de par en par para 'apartar', para mirar, y ser cómplice de los ruidos que emanan del interior.

Desde que tengo memoria, este lugar ha sido centro de reunión de mi abuela, tías y vecinas. Han pasado los años y, aunque la estructura arquitectónica del exterior ha cambiado, por dentro todavía las paredes están decoradas con las fotografías de los looks en boga en los ochentas, los muebles cambiaron de color para darle un entorno más actual a la pequeña salita, y en una canasta amarilla, se ven los 'huesitos' enrollados en papel de china que sirven para hacer el 'permanente' en el cabello de las señoras.

En mis días de pequeña solía acompañar a mi mamá mientras le cortaban su cabello o le hacían manicure. Recuerdo que mi abuela nos alcanzaba y entre las señoras que iban al salón a 'echar chal' y la dueña del lugar reían a carcajada suelta mientras a una le lavaban el cabello, a otra con los huesitos en la cabeza esperaba bajo la secadora y una más, secando al aire sus uñas recién pintadas.

La Sala de Belleza Emily nunca ha sido un gran salón ni tiene filas de personas esperando por ser atendidas, sin embargo, ya es tradición en la colonia de mi abuela. Las risas y camaradería han disminuido con el paso de los años, aun así las generaciones siguen buscando embellecerse en ese lugar.

Hoy fue mi turno. Yo que soy tan sangrona para algunas cosas en cuanto a la belleza se refiere, decidí arriesgarme y formar parte de la selecta clientela del lugar. Mi sacrosanta me habla maravillas de 'Mago', Margarita es su nombre. Ella ha hecho de sus manos maravillas adornándolas con un hermoso barniz y manteniéndolas muy estéticas. A sus ojos los ha enmarcado con una ceja delineada cuya forma resalta su belleza natural y bueno, a tanta insistencia, cedí.

Para mí, la ceja fue mi elección. Hace unos días decidí probar con cera, rápido, cuasi indoloro y en un lugar donde te atienden como reina. Mi sacrosanta insistió en que fuera con Mago y hoy 'hubo lugar'.

Me recibió una mujer en sus cincuentas, cabello castaño claro y trenzado hasta la cintura. Esperé mientras terminaba con otra persona. Para avanzar aplicó sobre mi ceja una crema que ayudaría a la hora del depilado. Ya valí!, pensé. Así que comencé el coco wash con el mantra sagrado: La belleza cuesta.

Así llegó mi turno, la luz del día atravesó la ventana y se reflejó en mi rostro. Mago me indicó reposar mi cabeza en el respaldo de la silla pues no sería cosa de dos minutos. Ya acomodada la tortura comenzó. Las pinzas de metal jalaban por aquí y por allá. Mis párpados sentían el jalón donde mis cejas antiestéticas se perdían.
En una visión al estilo 'Edward manos de tijera', Margarita hacía lo propio hasta que, después de unos minutos terminó. Me invitó a verme en el espejo, mientras mi cabeza repetía un que no se vean feas, que no se vean feas.

Mi sorpresa fue mayor cuando, al encontrarme con un buen trabajo, sin dudarlo puedo decir que Mago encontró la forma ideal para mis rebeldes y raquíticas cejas.

La Sala de Belleza Emily, forma ya parte de mi historia y no sólo familiar. Si ya era motivo de mis días felices de infancia, hoy lo es de la mitad de mi vida.
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1 comentario:

Cl@udette dijo...

La magia se encuentra en las manos menos pensadas...bien por Mago y bien por tí que entras al mundo de las esclavas de la belleza ;)