miércoles, 10 de enero de 2007

Vanidad, todo es vanidad...

Siguiendo la línea (editorial jejeje) en esta ocasión me referiré a dos aspectos en mi vida que han sido lo que el título refiere:

Con el inicio de año y la dichosa lista de retos a cumplir, la nación ya me ha comenzado a demandar una buena salud para lo cual he tomado un buen camino y, aunque realmente resulta difícil de lograr, la mínima cantidad de medida corporal perdida me incita a continuar por tan arduo sendero.

Por otro lado, hace dos años ya tuve la oportunidad de asistir a uno de esos eventos raros que se les ocurre a la gente "culta" de esta ciudad y, aún más irrisorio, era gratis: La presentación de un libro. La autora, Sabina Berman; el lugar, el Lunario del Auditorio Nacional. Tal pareciera como si el destino me tentara a realizar uno de mis sueños estudiantiles: volarme un día de escuela para asistir a un evento cultural.

La sección de Cultura de La Jornada de ese miércoles presentaba el evento acompañado de una "dramatización de textos" y los invitados especiales eran Ricardo Blume, Mariana Gajá, Mario Iván Martínez, Diana Bracho, Juan Carlos Colombo, Héctor Ortega y Jesús Ochoa. Todo parecía convenir a mis intereses. Tomé mi mochila y justo al salir del trabajo recordé que debía entregar una tarea esa misma tarde en la escuela. Actué rápido. Llegué a la escuela y busqué un cómplice. Allí estaba ella, siempre dispuesta. Isabel me encontró a la entrada de la escuela y juntas acudimos al salón donde se encontraba mi maestro para entregar mi trabajo. -¿Ya se va? - Si, profe... Es que tengo que ir a consulta con el médico esta tarde... Disculpe que no me quede a su clase. Cualquier excusa era buena con tal de correr a la cita y disfrutar de una de mis grandes pasiones, el teatro.

Vladimir, otro de mis cómplices accedió a prestarme su grabadora, no quería perder ni un sólo detalle de las lecturas dramatizada y mucho menos de la presentación del libro. Quién iba a pensar que ese día marcaría una pauta importante en mi vida profesional.

Muchas personas me han dicho que la vocación se lleva en la sangre, otras que la vas descubriendo a lo largo de tu vida, una más que la carrera la encontró a ella. Conmigo no fue así, a mí me la reafirmaron ese día.

Al llegar al lugar había poca gente haciendo fila para entrar, en un momento se abrieron las puertas del lugar y pudimos acomodarnos en las pequeñas mesas dispuestas al frente del escenario para disfrutar del evento. Poco a poco crecía el número de asistentes, se escuchaban las pruebas de sonido y los actores iban tomando su lugar. La presentación del libro comenzó y yo solo escuché el click del botón rojo de la grabadora.

Al terminar la presentación, la prima de Berman, Guadalupe Loaeza, le dedicó unas palabras y sin más ni más se dió paso a las lecturas dramatizadas, momento cumbre (por lo menos para mí) del evento. Poco a poco me emocionaba al ver por un instante transformado por el poder de las palabras a Ricardo Blume en el Dr. Freud o a Mario Iván Martínez en el compañero de Molière o a Pancho Villa reencarnado en Jesús Ochoa muriendo de un balazo por que su "instruido" había caído rendido a los pies de una mujer.

El evento terminó, se escucharon los aplausos y los actores parecían no tener prisa por irse. Qué gran oportunidad para una estudiante de periodismo con una grabadora en mano. Lo pensé y, después de una sugerencia, me lanzé al "chacaleo". Mi primera víctima Jesús Ochoa y de ahí pa'l real. Muy amable me acerqué a él y le pedí 5 minutos de su tiempo. Accedió y, aunque otro reportero quiso ganarme las primeras palabras, él me dio mi lugar y pidió que me acercara hacia él. Allí comencé a sentir los nervios. Todo me pasó. Recordé las clases de Lety Urbina donde nos instaba a cargar con cassettes de más, pilas de repuesto, etc. Ya que a la tercera pregunta la cinta se terminó y cuando cambié el cassette, otro reportero ganó "mano" y no pude terminar mi entrevista. No me importó, aún quedaban víctimas.

Regresé a mi mesa, apuré la copa de vino que me aguardaba junto a la de mi amiga y calmé mis nervios. ¿Quién sería el siguiente? La noche era joven y mi grabadora prometía aguantar por lo menos una hora más de entrevistas. Mario Iván, Ricardo Blume, Mariana, etc. desfilaron hacia mí e hicieron de mi primera experiencia "reporteril" un evento que no olvidaré jamás y no por que hayan sido actores de cine o de teatro, sino por que en ese momento sentía que podía comerme al mundo a puños,porque a pesar de mi nula experiencia en campo salí bien librada y confirmé una vez más por qué me gusta lo que hago.

2 comentarios:

Zereth dijo...

Diableca, tu actividad reporteril la disfrutaré durante el tiempo que me sea posible, aunque no te publiquen en las grandes marquesinas podré exclamar: la conocí en pañales y mira hasta donde ha crecido!
Un beso (y sólo uno? que coda soy! jajaja)

Anónimo dijo...

Hay momentos en la vida que sacan lo mejor de uno, pero hay otros que simplemente sacan a quien de verdad somos. Ese día fue uno de ellos.